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En el Diván

Cultivar el silencio, es edificarse por dentro con fuertes cimientos, dar espacio al pensamiento y al otro.

En el Arte, mejor dicho, Las Artes como en la comunicación o en las relaciones sociales, el silencio forma parte de la expresión y de la conversación, (sólo o con otros). El arte del silencio / El silencio sanador / La magia del silencio / El silencio habla / Historia del silencio / El silencio creador / Cerebro y silencio / La inercia del silencio / El silencio, un modo de comprender…. Y así un largo etcétera de títulos de libros que nos hablar del silencio en diversos campos. Libros que intentan darle voz al silencio, paradójicamente. Dar voz al silencio.

En la sociedad actual tan ruidosa es difícil encontrar un espacio de silencio. Hablar no es igual que decir. La mayoría de las personas asocian el silencio con no tener nada que hablar, con un síntoma de falta de ideas. Hablamos por supuesto, de la sociedad occidental, tan proclive al ruido y al murmurar constante. Le estamos dedicando unos meses a este tema, porque es necesario que reflexionemos sobre esto. Nadie habla del silencio, todo a nuestro alrededor está inundado de ruido y de voces, que lo que es decir, no dicen nada. Cultivar el silencio es dar espacio al otro, que quizá también nos ofrezca su silencio, y exista un modo de comunicar más efectivo. Cuando alguien se calla, también está activando ciertos mecanismos en su mente, viva, despierta, ensoñadora. Las grandes obras de arte o música, las grandes novelas e ideas comienzan en ese espacio de silencio, sin el cual, sería imposible crear. Todas esas manifestaciones de creatividad y belleza que tanto admiramos, comenzaron en el silencio y son fruto de éste. La hoja en blanco del novelista, el lienzo blanco del pintor, es el silencio a la espera de algo realmente extraordinario y evocador. Tenemos un problema en la sociedad occidental cada vez más acrecentado, del ataque constante al silencio. La gente fomenta el ruido y los gritos desaforados como una forma horrenda de expresión, el hacerse notar, les hace en grupo, invisibles.

En la vida pública, en España, pero también en otros países, aunque hablaremos de España, que por cierto, encabeza el ranking de país más ruidoso. En la vida pública, todos están dispuestos a hablar, los tertulianos de los espacios de radio o televisión quieren ser oídos a cualquier precio, se solapan las voces unas encima de otras, sin dejar un segundo vacío de loquor (habla). Para muchos esto es porque es una forma de intelectualidad, más habla, más sabe. Callar es igual a no ser. Los transportes públicos, los parques, los bares, las calles, están llenas de voces que no dicen nada, parlantes a la pantalla sin interlocutor. Hablan a sus móviles como loros sin necesidad de respuesta realmente, sólo es, hablar por hablar. El parloteo continuo nos hace esclavos del vigilante, quien escucha atentamente en su silencio audaz. El la teoría política se habla del silencio democrático: -«con la recuperación de la retórica, crece el respeto por el silencio como componente primario y esencial de la comunicación. El silencio es un ámbito artificial, ya que está construido por nosotros, y da vida a los signifi- cados de cualquier tipo, sean estos una conversación entre niños, una sonata da chiesa o un tratado de medicina. No es de extrañar que el silencio fuera para los rétores la matriz del pensamiento»- (J. Roiz).

El silencio es parte implícita de esa retórica en la vida pública, se sabe y se usa (por algunos) para dar paso a los creadores, dejarles espacio libre de ruido o/y parloteo. Se acepta de algún modo ese espacio sabido por todos como necesario y vital para la creación del Arte, para el cultivo de uno mismo en su interior. Sin embargo, no todos, en algunos espacios, cada vez más mayoritarios, es imposible ese silencio retórico, les incomoda y les perturba como algo inquietante y peligroso. Así pues, lo llenan con voces estruendosas y molestas, toses, gritos, pitidos, silbidos, un sinfín de posibilidad de aniquilar ese silencio tan pertubador para esta sociedad. Esto quedó de manifiesto en un concierto del gran compositor John Cage, donde tocó su obra más provocadora 4’33» (cuatro minutos treinta y tres segundos) de silencio. Obra musical realizada en tres movimientos compuesta en 1952, se explica que la obra puede ser interpretada por varios instrumentos, uno o un conjunto. El músico se sienta en su banco, esta vez enfrente de un piano, y realiza una serie de movimientos sin tocar ni una sola nota/tecla. ¿Cuál es la intención de John Cage? Lo que podríamos interpretar los «oyentes» de esta pieza 4’33», es que nos invita a oír los sonidos de la vida, de nuestro alrededor tomando consciencia del mundo que nos rodea. Se escuchan en el auditorio toses, susurros, envoltorios de caramelos, más toses. El silencio nos perturba nos incomoda sobremanera. Quizá Cage quería llevarnos a nuestros pensamientos, a la expectativa de un sonido en el piano, que no llega, lo imaginamos quizá. Vamos sumiéndonos en nuestra mente, o no. Sin duda, es una genialidad de este gran compositor. Escuchadla por favor, si tenéis cuatro minutos treinta y tres segundos. A ver que experimentáis.

William Marx.

-«El silencio no es total, no existe en realidad.»- Susan Sontag. John Cage dice que la ausencia de música no es silencio, tampoco oír el tráfico en la ciudad (en su caso Nueva York) no es algo per se que escuchar, si no un ruido de fondo que ya no se puede considerar ruido pues está en nuestro cerebro constantemente. En las grandes ciudades el tráfico es parte de ese silencio. Pero esto es una apreciación demasiado pasiva. Mejor sería la ausencia de tráfico en las ciudades, aunque es como un imposible. Escuchar murmullos de conversaciones lejanas o quizá algo de tráfico pero no masivo. El problema que tenemos es que hemos interiorizado este rumrum del tráfico demasiado. Volviendo a Sontag, el silencio no es total, se puede ver claramente en la observación de una fotografía o un cuadro. nos evoca algo interno. Es un silencio externo (porque es imagen) pero se oye algún rumor interno de lo que provoca esa imagen. La imagen nos habla, así comunica algún mensaje, por lo tanto, no hay silencio total. Si hablamos de Arte, hay un cuadro que todos conocemos de sobra, que en su contraste nos apela al silencio y se titula «El Grito» Edvard Munch. ¿Quién no ha visto alguna vez esta imagen? Una figura rodeada de colores estridentes que chillan (colores que chillan) colores chillones, decimos al ser fuertes luminosos, nos gritan, son sonoros están pintados con ondas oscilantes que también nos sugiere sonido. La imagen con una expresión angustiada se tapa los oídos en señal de dolor por un fuerte estruendo. Munch nos mostró que se puede pintar el ruido. Son muchos los artistas que ha evocado el silencio en sus obras. Klein, De Chirico, Hopper, Vermeer-etcétera. Uno de los favoritos es George De Latour (es la imagen de la portada) sus imágenes evocan la tranquilidad y el silencio a la luz de la vela, que a menudo es un continuo en sus cuadros más conocidos. La pena es que murió muy joven y no tuvo muchas obras, así las que hay son un verdadero tesoro. En portada una obra de Latour.

Se juega con el significado en el mundo de la paradoja, el silencio atronador, el ruido sordo, la voz muda. El silencio es prolijo y no requiere de oír para no sentir o saber del sonido. Goya se volvió sordo, en su época recluido creó unos cuadros tan inquietantes como magníficos. Beethoven también continuó componiendo aún perdiendo el oído. Escuchar, oír, va más allá del ruido externo. Como Cage dice; el ruido interior es también ruido. La resonancia del silencio, está en la política, si no, debería estar. Nuestra cultura occidental es habladora, le cuesta trabajo quedarse callada y escuchar. Todos quieren ser escuchados. Quedarse callado se interpreta como falta de ideas. Nos hemos acostumbrado mal al murmullo constante de las voces solapadas en cualquier lugar. Pasa lo mismo que con la información, demasiada información llega a ser Des-información. Los parlanchines de hoy nos están saturando y nada de lo que dicen transciende. Todo es nada. El silencio que está tan denostado, es símbolo de intelectualidad e inteligencia en muchas culturas orientales. Es dar el espacio al otro, por lo que también transfiere, respeto. Es alguien que está observando y meditando el territorio, quizá desconocido. El silencio es recogimiento en uno mismo hacia una meditación interior que hace que nuestro edificio sea fuerte y robusto, no sólo psicológicamente sino, también físicamente, pues nuestro corazón lo agradecerá. Hoy no se enseña a estar dentro de uno mismo y asegurar su fuerte, entendido como fortaleza. Nuestro jóvenes anda poco provistos de herramientas emocionales e intelectuales y a la mínima se hunden, sus cimientos son flojos y caen. También es cierto que los jóvenes de hoy, más que nunca, con las redes sociales están expuestos a muchos peligros, pero por eso, hay que reforzar su resiliencia y fortalecer sus cimientos. Amenazas siempre existen y existirán, debemos aplicar diferentes medidas para protegernos de la agresión exterior gratuita y carente de propósito.

«No hay palabra sin silencio y, sin embargo, la ideología moderna de la comunicación no acepta el silencio»

David Le Breton

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