Hasta el 12 de Noviembre estará en cartel “La madre de Frankenstein”. De unas 3 horas 40 minutos, vayan preparados con agua. Adaptar la novela de Almudena Grandes ha sido una proeza que ya hizo con anteriores novelas importantes La Portaceli, como “La señora Dalloway” de Virginia Wolf o “Jane Eyre” de Charlotte Brönte. La representación es un homenaje a la gran escritora, a su obra, su memoria y su pensamiento. Blanca Portillo, Jordi Collet, Pablo Derqui, David Fernández “Fabu”, Gabriela Flores, Belén Ponce de León, Macarena Sanz, José Troncoso. Algunos de los actores interpretan hasta tres personajes distintos, con la excepción de Belén Ponce de León que se mete en la piel de seis.
Al principio se puede pensar; “Oh !! ¿4 horas añadiendo el descanso en un teatro escuchando???” Pero, realmente se pasan bien. La escenografía que corre a cargo de Paco Azorín, es muy minimalista, la iluminación tiene un gran protagonismo, David Picazo, consigue crear ambientes que evocan día y noche, luces y sombras, dolor y esperanza. Los cambios son mínimos, junto al decorado de una cama de hospital, las sillas de ruedas y la cortina metálica enorme que se eleva alta y desciende hasta el suelo, donde entran y salen los actores y actrices. El texto requiere de paréntesis que se resuelven muy bien, el público puede comprender cuando y cómo ocurren. Dando a la historia que se nos cuenta un hilo conductor en modo de analepsis, para saber de donde viene “ese hilo” que va tejiendo una historia basada en la novela que a su vez, se basa en esta mujer real que fue Aurora Rodríguez Carballeira. Una mujer que mató a su propia hija superdotada usando una pistola, tres disparos a bocajarro en la cara mientras ésta dormía, lo hizo porque pensaba que era “su obra” y no le había salido bien. Loca, mala, asesina, perdida, odiada, temida, repudiada, una mujer atrapada en su propia mente (que era privilegiada), una cárcel sin remedio de recuerdos y de dolor. Son muchos los apelativos que se nos vienen a la cabeza cuando oímos esta historia desgarradora. Pero, ¿estaba loca o llena de sí misma en su aires de grandeza, víctima de su creencia de crear a la mujer del futuro? Doña Aurora interpretada por Blanca Portillo, recluida parte de su vida en el manicomio para mujeres de Ciempozuelos, donde pagó su crimen con su locura y su condena.
El proyecto de llevar la novela a la tablas se pactó con la escritora antes de su fallecimiento y sin duda hoy, hubiera estado encantada con el resultado. Se nota de la sintonía de la que gozaban la escritora y la directora y se nota la admiración y el respeto por la obra de la escritora. Más allá de ideologías pues, a veces, nos cuesta pensar desde el otro lado, nos cuenta cómo era esa España de los años 50 en pleno franquismo, donde la Iglesia tenía un poder absoluto sobre casi todo el tejido social, de forma transversal influía en todo. Tenemos que ir despojados de bandos ideológicos al teatro y de prejuicios, pues se nos expone al fin y al cabo, una historia teatral. Claro que uno pueda pensar que hay ideología dentro, pero es difícil contar esa España de forma imparcial si eres español y has vivido la historia de un lado o del otro. Nos queremos quedar con las magníficas interpretaciones, la dirección impecable y el espectáculo cultural que es la obra en sí. Un respeto absoluto al atrevimiento de adaptar la novela de Almudena Grandes, que no es nada fácil, más bien al contrario. El resultado de todo esto no es otro que, es complicado conseguir entradas, pero intentadlo si podéis porque merece la pena. Intentando ser fieles a texto de la novela y la linea de la escritora, Anna María Ricart Codina ha conseguido un texto teatral bien adaptado.
Pablo Derqui quien interpreta al psiquiatra exiliado que vuelve a esa España oscura y retrograda sumida en sus propias creencias, atrapada en valores que no se entienden desde fuera, el joven psiquiatra Germán Velázquez vuelve a una España totalmente distinta a la Suiza que deja atrás. El joven y brillante doctor tendrá que vérselas con la Iglesia y el Ejército (que es el Estado) para intentar implementar cambios sustanciales en la medicina y el entendimiento de las enfermedades mentales. Un tema que la novela refleja muy bien, esas dos velocidades de una España de ganadores y de perdedores, donde la hipocresía campa a sus anchas y no se puede cuestionar nada a riesgo de ser castigado. El doctor Velázquez es un ser incómodo para los Estamentos, no le quieren allí, la ayuda que está aportando no les gusta demasiado, el éxito del doctor les hace pequeños y siente que pierden el poder. Como siempre el papel de las mujeres, mucho más castigadas, en cualquier conflicto, en cualquier desenlace de cualquier guerra, en la paz, son tratadas como monedas de cambio. La incomprensión de lo que experimenta el doctor va más allá de lo meramente ideológico, dado que él que viene de un país democrático no puede entender que la Iglesia esté metida de lleno en la política, no puede entender que en sus compatriotas siempre piensen “mal”, sospechando de todo y de todos. La España del perdedor de la guerra es paranoica, siempre alerta a ser reprendidos (con lo que ello significa), siempre ocultándose en una especie de mentira, de verdad a medias, que supone un mal menor. Así va discurriendo la historia junto al drama de la vida de Doña Aurora.
Otro de los personajes que llevan el hilo de la historia es del Maria Castejón interpretada por Macarena Sanz. Una niña que crece en el manicomio y que Doña Aurora enseña a leer y a escribir. Nieta del jardinero abocada a la ignorancia y al analfabetismo se salva por Doña Aurora. Es esa fricción en el personaje que atrapa a espectador, la parricida que de repente adopta a aquella niña y la enseña. La niña que lejos de temer a Aurora, la acepta y la entiende sin juzgarla. No se puede cambiar el pasado, pero sí se puede entender e intentar mejorar el futuro. Negándonos el pasado, tapándolo, estaremos condenados a repetirlo. El bien y el mal están entrelazados en la vida, en la sociedad, en nosotros mismos. Así podemos entender a Doña Aurora, sin justificarla. Maria Castejón sufre el su destino fatal de ser mujer y pobre, sin nadie que la proteja, está sola y por ello no puede salir ilesa ante una sociedad tan perversa. Este personaje representa las miles de historias que según escuchamos se nos pueden venir a la cabeza. Mujeres anónimas que sufrieron sin razón y sin motivos la tiranía de los poderes y de los hombres. Choca que esté tan de actualidad, salvando algunas distancias y algún logro que otro de los movimientos sociales, como lo es el movimiento feminista. Por mucho que algunos lo quieran denostar a un grupito de chifladas, el movimiento feminista ha logrado mucho de los derechos que nuestras jóvenes presentes y futuras disfrutan hoy día.
A mi me gustaría poder decir que es teatro sin más, que disfruten más allá de lo ideológico. Sé que es complicado, pues vivimos aún muy cerca de la heridas de aquella guerra entre hermanos, y vivimos aún más cerca de aquella España oscura y gris, tan sólo nuestra democracia tiene casi 50 años, que pudiendo parece muchos son muy pocos. Debo decir que me gustaría poder saber que cualquier persona que vaya al teatro y se pudiera ver reflejado como parte de aquella España en blanco y negro, que la vea desde lo cultural, que aquello ya pasó, debemos pasar página. Mañana se hará desde otro punto de vista otra obra de teatro y debemos mordernos la lengua para no volver a expresar odio en palabras que quizá nos cuesten caras. Conocer la historia del mundo es quizá, evitar que lo malo se repita, negarla y mirar hacia otro lado, es quizá, regresar al peor pasado. Pero ante todo, me gustaría que se viera como la historia de Doña Aurora, que da sentido al título de la novela y de la obra de teatro, que le tocó vivir en Madrid en los años 50 y que existía el franquismo, con todo lo que conlleva, pero que es al final una historia de una mujer loca en una dictadura, en un manicomio, en España.
La editorial. Las fotografías han sido facilitadas por Centro Dramático Nacional. ¡¡Sin Teatro no hay vida!!!
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Hola, soy Marcos, conocí a Beatriz en La Madre de Frankestein. Te dejo mi correo para que te quedes con mi contacto. Como te dije, en abril representamos Comedia sin titulo de Lorca y me gustaría invitarte.