Estamos en el año 2023 del siglo XXI. Así de rápido se nos ha echado encima el futuro, y quizá, no estemos siendo todo lo rápido que debiéramos ser nosotros para adaptarnos de manera inteligente a estos cambios exponenciales. Donde se ve muy claro este desfase es en la educación. Estamos confundiendo conceptos de lo que es saber usar eficientemente la tecnología con el uso usuario meramente consumista. Vemos a un niño o niña de 5 años (que no debería usar un aparato de este tipo) usar una tablet o un smartphone con sus pequeños deditos y pensamos que es una niña muy lista y que está preparada ya para el siglo XXI. Error. Está haciendo un uso del aparato intuitivo que incluso los primates intuyen y usan de la misma forma que esa pequeña.
No hay suficiente tiempo para empezar a enumerar los múltiples trastornos físicos y psicológicos que sufren los más pequeños expuestos a las pantallas y el uso del móviles y tablet. No se puede ni comenzar a explicarlo, sólo tenéis que teclear “uso de pantallas y pequeños consejos médicos“. Os saldrán listas interminables y foros diversos sobre este tema, nosotros os ofrecemos un link. Todos apuntan a lo mismo, perjudicial al 100% incluso con daños irreversibles. Por lo que no nos vamos a centrar en este tema que ya creemos que está machacado (aunque nunca sea lo suficiente pues aún se ven muchos niños en los carricoches con sus manitas apenas pueden sujetar el móvil). Hemos realizado un sondeo preguntando a diversas familias con hijos pequeños y adolescentes. La pregunta iba destinada a qué tipo de educación les daban en casa. Si había restricciones, fomento de hábitos saludables y buenos para su intelecto, si tenían días concretos en familia y tiempos para que ellos tengan su espacio de ocio y espacio de trabajo. Las respuestas fueron todas casi iguales. No tenían tiempo los padres por que ambos trabajaban, los niños estaban más horas con los móviles que interaccionando con otros niños o sus padres, tenían problemas de aprendizaje, problemas de cansancio, o hiperactividad, cambios de humor fuertes, problemas de retención en la lectura. Muchos (casi todos) de los padres ponían todo el peso y la responsabilidad al centro de estudios y por tanto, a los profesores. En el colegio no pueden enseñar modales y ética moral, lo hacen pero hasta cierto punto. Eso tiene que ser en casa. Cierta educación y modales es tarea de los padres o tutores. El problema es que muchos padres de la generación que ahora tienen hijos, no están mostrando tener ellos mismos muchos modales.
Nos contaba una madre que tiene tres hijos, el mayor 18 años y el pequeño 5 que los padres con los que tienen que hablar de la clase del pequeño de cinco años son muy mal educados y no quieren negar nada a sus hijos, ponen siempre la culpa en el profesor y muestran una actitud muy egoísta. A diferencia de los que trataron en el curso escolar cuando el mayor de 18 años era pequeño, eran padres más receptivos a escuchar al profesorado, que en definitiva es quien tiene que dar pautas de cómo aprende el niño o niña. Cada vez, cada generación está siendo peor a la hora de educar a sus hijos en casa. Hay una especie de filosofía detrás de todo esto de no negarles nada, que no lloren, que no se quejen, les hacen creer que tienen derecho a todo, craso error, dado que estos niños que serán adultos van a tener sí o sí que enfrentarse a un mundo que les dirá más de una vez que NO. No se les está educando para tener resiliencia y aptitud de cambio, ni tampoco para aprender de los errores y seguir adelante, y es por este motivo que cada vez los niños están más deprimidos ante cualquier adversidad. Poniendo el foco a algunos profesores que nos han querido hablar anónimamente, nos han dicho que no es cuestión de posición económica, pues niños que sus padres son considerados de clase media-alta tienen los mismos problemas pero con una apariencia distinta. Nos contaban como niños de infantil y primaria se dormían en clase por que la noche anterior vieron la televisión hasta las tantas, porque había un partido de fútbol. Niños que perdían semanas de colegio porque iban a esquiar o de vacaciones cruzando el charco. También nos comentaron que muchas veces estos niños eran muy pasivos a la hora de participar y estar preparados con el material escolar. En la otra cara de la moneda los niños de clases menos pudientes o en peligro de exclusión también tenían problemas de sueño, pero el motivo es muy distinto, en ocasiones desgarradores historias, venían al colegio mal preparados, cansados, a veces, sin desayunar. Así pues, es distinta cara de la misma moneda, los niños y la educación.
Nunca antes se ha visto tan clara la desigualdad que hay, pareciera que estamos en el siglo XIX, donde la franja entre la clase alta y la baja era un abismo. Tenemos que tomar conciencia de que estos niños serán los adultos que hoy como niños creemos todo en sociedad, los niños de ciertos colegios más elitistas parecen no tener que hacer esfuerzos para conseguir sus objetivos y encima tienen ya una herencia laboral asegurada. Sin embargo, el contrario ocurre con los niños de colegios más populares, donde se mezclan niños de todas las nacionalidades, papas y mamas inmigrantes que apenas hablan la lengua del país de acogida, en este caso, España. Estos niños tienen que trabajar más duro y a veces, las situaciones que viven en sus casas no se lo pone fácil, con el añadido que, aún sacando sus buenas notas y una carrera universitaria incluso, no tienen un trabajo asegurado. Cuando alguien dice o recrimina algo a un padre hoy día es muy difícil porque te dicen que tú no tienes nada que opinar, te dicen que ellos “educan” a sus hijos como quieren y que tú hagas lo propio con los tuyos. Pero, quizá luego más adelante cuando comiencen los problemas seguro que los responsables serán otros y nunca ellos los progenitores. La falsa creencia que para educar hay que ser padre o madre. Es una pena que no se hable más de este asunto en los medios visuales con casos, ambos lados representados, porque los mejores educadores en muchas ocasiones no son padres ni tampoco quieren serlo, lo que no les afecta en dar una educación excelente a sus alumnos. Ilustraremos con un ejemplo la falta de acción de los padres (algunos) en la sociedad actual. Pero los que son hoy padres o madres parece que no tener respeto a los educadores o profesores que no tiene hijos, y/ aceptar sus consejos.
En cierta ocasión me encontraba en un restaurante comiendo con una amiga, ambas nos sentamos en una mesa bastante solitaria, había aún poca gente, cuando llegaron a la mesa de al lado una familia compuesta de papá, mamá y los abuelos, con un niño de unos 6 años obeso (lo que hoy día es también un problema). El camarero trajo el pan, un trozo a cada uno, el niño inmediatamente se lanzó a la barrita y comenzó a morderla con ansia. Los padre y abuelos mutis. El niños mordía la barrita como si no hubiera un mañana. Nos quedamos anonadadas de cómo nadie decía a aquel pequeño que eso no se hace. Lo niños aprenden con la guía y poco a poco, diciéndoles lo que son los modales con los que más tarde como adultos podrán hacer las cosas correctas delante de otros y en cualquier contexto, en definitiva, darles herramientas para la vida en sociedad. Más tarde trajeron un plato de aperitivo con unos champiñones con trocitos de jamón, el niño comenzó a coger rápidamente los pedacitos de jamón, del plato común, con las manos. Nadie le dijo nada. Lo que significa que este niño pensará que eso es normal. Y así una serie de acontecimientos con los platos y la comida. Al terminar de comer, el niño ya estaba inquieto, ¿qué hicieron los padres? Enchufarle al teléfono móvil. El niño quedó absorto en la pantalla, ya no había niño.
Este es uno de los ejemplos de los muchos que día a día si se observa un poco en sociedad se verán. Niños en las terrazas de los bares medio dormidos a las tantas de la madrugada mientras sus padre disfrutan de un gintonic. Niños en carricoches en edad de caminar con sus jóvenes madres tirando como mulas del mismo. Adolescentes en plazas sentados mirando sus móviles sin tan siquiera interaccionar entre ellos. Acceden a las redes sociales con sus cuentas privadas, tienen cierta privacidad de mirar lo que quieran, enviar lo que quieran, compartir lo que quieran, todos ya sabemos sus consecuencias. Preguntando a los padres la mayoría abrumadora dice que sus hijos no hacen un mal uso del smartphone, y mucho menos visitan páginas sexuales o de violencia, y claro, por supuesto, sus hijos no son acosadores. Los datos reales son muy distintos y abarcan esos niños de esos padres que dicen que “sus hijos no hacen nada malo”. Hay un repunte de depresión severa entre jóvenes, de casos de acoso (bullying) escolar y extraescolar de una violencia sin precedentes a esta edad. Hay unos datos preocupantes de despunte de suicidios en menores de edad a causa de estas agresiones y la exposición a las redes sociales, la angustia de confundir realidad y ficción, de pensar que sus vidas no tienen nada de extraordinario comparadas con las vidas online de sus “compañeros”. Hay unos datos escalofriantes de actos delictivos como violaciones grupales cometida y sufrida por menores. Tenemos que empezar a hablar de ello en los medios, tenemos que tener en cuenta que estos niños serán los adultos del futuro y los que tejerán la sociedad, la comunidad de mañana. Tenemos que tomar todos como sociedad responsabilidad. Es un problema que está aumentando lejos de mejorar empeora.
La fotografía es de Jelleke Vanooteghem. BGD.
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