Jeffrey Dahmer, pedía a sus víctimas que no se fueran. Invitados a su apartamento para beber cerveza y ver (quizá) una película, los hombres jóvenes que llegaban a subir, a un punto comunicaban que se tenían que marchar. Dahmer, les pedía que por favor, no se fueran. “Quédate un poco más”- La vida es así. Uno tiene que hacer sus cosas y su vida, y ve normal estar un rato o una noche en casa de alguien pero con tiempo de expiración. Hasta aquí cualquier ser humano puede estar (más o menos) de acuerdo. Dahmer, es otra cosa. Según el psicoanálisis lo que nos ocurre en nuestra infancia, la relación con nuestros progenitores es determinante para forjar nuestra personalidad, filias y fobias, manías, inseguridades, certezas, incluso hobbies. Hace de nosotros un tipo de adulto u otro.
Dahmer era un niño relativamente normal, que poco a poco se fue engullendo en sí mismo. Con una madre depresiva e infeliz patológica (es decir, infeliz como estilo de vida), un padre ausente, enfrascado en su trabajo y con un sentimiento de culpabilidad a causa del comportamiento de su mujer y no pasar tiempo afectivo con su hijo, que hacía que la relación con el pequeño Jeff fuera algo anormal. Es difícil saber, si Dahmer ya poseía una predisposición natural a tener ciertas tendencias psicóticas, o si lo que determinó su destino fueron sus circunstancias familiares, los amigos, el colegio, en definitiva, la sociedad. Es fácil, echar la culpa a Dahmer, por lo que hizo. Es lo más directo y sencillo, él mató, él es culpable. Sin duda. Pero, debemos ir un poco más allá e intentar conocer las zonas sombrías e incluso oscuras en torno a un asesino. La maldad no conoce límites y las hay de todo tipo. El caso de Jeffrey Dahmer es un caso extraño, no lo decimos nosotros, lo dijeron en su día quienes le analizaron psicológicamente, importantes psiquiatras de Estados Unidos. Todos coinciden en lo distinto que era Dahmer a los asesinos en serie que había conocido. Nunca negó sus crímenes, manifestó su “arrepentimiento”, pues según él, -“no era su intención causar tanto dolor a los familiares de la víctimas ni a su propia familia”- Se mostró aliviado que le atraparan, narró cómo él en su interior sabía que ocurriría tarde o temprano, pero sí que es cierto que cada vez parecía más fácil salirse con la suya.
Nuestro interés por ello, es porque es transversal. Implica la familia, la sociedad, la política, desde el punto de vista histórico en sus instituciones en Estados Unidos años 80/90 del siglo XX, las relaciones amorosas y/o afectuosas, implica además algo que está hoy muy de actualidad, el acoso sufrido en la infancia y adolescencia, implica el trabajo, la independencia adulta. Y sobre todo el asesinato calculado y frío de alguien que quizá, podría haber sido un hombre normal (entiéndase normal por no asesino). De todo lo que hemos investigado, al final, nos preguntamos lo mismo que ya hicieron sus abogados y psicólogos: ¿Podría haberse evitado que Dahmer fuera un asesino? La respuesta absoluta no se puede saber, pero se intuye que quizá sí se pudiera haber evitado. En su contexto histórico y social en la época que Jeffrey era un niño y luego un adolescente, los niños tenían la atención justa de los padres. Y las leyes eran completamente distintas ahora en lo que la protección del niño se refiere. Hoy visto con los ojos de nuestra era, sería impensable dejar un niño sólo en casa, o que éste fuera solo al colegio andando o en bus, que tuvieran ciertas actividades y obligaciones en su casa, que saliera y entrara a su antojo relativamente en libertad. Pero antes esta era la realidad de los niños, no sólo en Estados Unidos, también España. Estaban más afuera en la calle que en sus casas, y los padres no tenían tanto control como hoy en día. Por su puesto, sobra hablar de los avances tecnológicos, todos sabemos. Jeffrey era un niño que jugaba solo mucho tiempo, tenía amigos sí, pero en casa estaba solo horas y horas sin intercambiar una palabras con nadie. Esto no era poco común, y menos aún lo que hacía en el colegio, fingir ataques epilépticos para entretener a sus compañeros, o hablar histriónicamente como si tuviera un retraso intelectual. En este contexto junto al problema en la familia de sus padres, las creencias del propio Jeff, fueron cincelando su personalidad y sus ideas. Los psiquiatras coinciden en que el caso de Jeffrey Dahmer es una anomalía, dado que él no sufrió abuso alguno, entendiendo por abuso, maltrato físico o psicológico, acoso sexual de algún tipo y cosas así. Aunque no hay que subestimar la soledad y el abandono, la falta de ternura por parte de una madre, la que estaba la mayor parte del tiempo enfadada con la vida e infeliz, montando en cólera, o la ausencia emocional del padre. Al margen de sus padres que ya tenían lo suyo, el pequeño Jeff fue creando su propia ley personal de lo que estaba bien y lo que estaba mal, en silencio, no hablaba de sus miedos ni de sus problemas con nadie. El padre (quien ahora no se culpa para nada) dice que le preguntó muchas veces al verle tan ensimismado, a lo que respondió Jeff; -“Estoy bien papá, no me pasa nada-“ Respuesta suficientemente satisfactoria para el padre. Un alivio incluso, para ese padre “preocupado”.
Sin embargo, lo cierto es que el pequeño Jeff vivía en una angustia profunda y una vergüenza inusitada para un niño de su edad. Sentía absoluto rechazo por el comportamiento de sus padres, peleas continuas, separación y divorcio inminente. Jeffrey no aprobaba nada de esto y no quería ni siquiera afrontarlo, hablarlo y menos aún entenderlo. Para él era incomprensible que sus padres no se amaran de forma natural como otros padres. Eso era lo que había aprendido en su religión y sus valores sociales. Quizá ya se perfilaba en Jeffrey un comportamiento algo anormal, dado que era una profunda vergüenza que sentía incluso con diez u once años de edad. Recluso en su mundo, su padre quien había intentado un acercamiento a través de la curiosidad de la ciencia, enseñando a Jeff a pescar y cortar el pescado, cosa normal entre padre e hijo. Cuando Lionel Dahmer vio el enorme interés que esto había producido en Jeff y deseando mucho que su hijo desarrollara algún tipo de hobbie y se pasara la vida solo en su habitación haciendo no sé qué, llevó la cosa un poco más lejos. Jeff había experimentado una especial habilidad e interés por la limpieza del pescado, demostrando y comentando a su padre que le gustó saber qué había dentro de aquel pez. -“Bien Jeff bien, pues eso puede ser una pasión, la ciencia es algo muy interesante.-” Claro, no podía imaginar Lionel Dahmer lo que detonará en su hijo con el tiempo ese interés tan loable. La primera experiencia que Jeff tuvo fue en el colegio, diseccionando una rana, luego un cerdito pequeño, que incluso pidió a su profesor llevarse el cráneo para estudiarlo mejor. Hasta aquí todo es normal. Más o menos. Con la perspectiva del tiempo ya es otra cosa, el comportamiento del pequeño no era tan “normal” como se puede esperar, “-pero mira, el chico estaba mostrando un interés y ahora no vamos a poner pegas…-“
Pasado un tiempo, no mucho, Jeffrey ya comenzó a mostrarse aburrido con las ranas, peces, pequeños roedores etc… Ya en la adolescencia cuando pasaba solo en su casa de Ohio todo el día y la noche, después de que su madre se marchara con su hermano pequeño dejándoles solos a él y a su padre, éste se instaló en un motel de la zona, dejando al joven Jeff solo. Una pregunta nos golpea la cabeza ahora en este punto; ¿Fue este el detonante dejarle solo tan joven? ¿Su padre no podía haberse imaginado que su hijo solo no iba a estar bien? La culpabilidad del padre que tenía ya una nueva mujer, se edulcoraba visitando de vez en cuando a chico. Una vez le visitó después de unas semanas más de lo que era habitual, y cuando vio el desastre de casa, ciertas cosas que no cuadraban, hizo la vista gorda. Lo amonestó, sí, mostró una preocupación, también. ¿Eso era suficiente? Hoy sabemos que, no. El desorden estaba sobre todo protagonizado por muchísimas latas de cervezas vacías por todas partes, unas pesas, un banco de levantar pesas en medio del salón, más botellas de alcohol vacías por toda la casa. Dahmer había estado consumiendo alcohol desde la infancia, era una medicina, según sus propias palabras. El consumo de alcohol fue en aumento conforme fue a las adolescencia y a la edad adulta, estuvo presente toda su vida. Tuvo varios intentos de desintoxicación, sobre todo cuando fue a vivir con su abuela, ésta era muy religiosa quería mucho a su nieto y quería ayudarle por encima de todo, pero con ciertas normas y disciplina.
Todavía en casa de sus padres recién graduado, con mucho esfuerzo, pues no estaba nada interesado en los estudios. No es que era poco inteligente, más bien el contrario, lo único es que Jeff estaba a otras cosas, su mente no funcionaba bien, ¿exceso de soledad? Quizá. Salía a caminar a menudo por el bosque cercano a su casa, cuando un día topó con un corredor en la carretera local, era verano, el sudor de su cuerpo casi desnudo, sus músculos tensos por el esfuerzo, Jeff quedó prendado. Tanto fue así, que ya cada día a la misma hora se acercaba a la carretera a verle pasar. Su deseo fue en aumento más y más, hasta el punto de uno de esos días ir con un palo de béisbol con la idea de golpearle. Al final no ocurrió. Pero, la intención así como el propio intento, quedó grabado en su memoria. Sentimientos diversos le embargaron, por un lado, sabía que eso no estaba nada bien ni era normal, por el otro, el impulso no dejó de estar ahí presente. Esto lo cuenta el propio Jeffrey Dahmer en sus entrevistas con su abogada. El impulso total, ese que no se puede reprimir ni controlar. Parecía estar escrito, cuando una tarde calurosa de junio de 1978, Jeff conducía por esa carretera hasta su casa, el destino le ofreció su momento de ser normal y no hacer lo que sentía en su impulso. Steven Hicks hacía autoestop, vestía unos vaqueros e iba sin camiseta, la que llevaba en la mano. Jeff paró el coche, Steven se subió por que le iba a llevar a un festival de música donde se encontraría con sus amigos. Jeff dijo que primero irían a su casa tomar unas cervezas fumar un poco de hierba y que luego le llevaría donde él quisiera. Steven dijo que vale, cosa normal entre jóvenes. Además Jeff con su aspecto no amenazaba ningún peligro. Un chico alto, rubio, atractivo, con sus gafas cuadradas, parecía bastante tímido y educado. Cuando Steven quería salir de la casa al ver que Jeff no era tan normal como se había imaginado, Jeffrey le dijo; –“Please don´t go!”-
Q.S.