En la Sala Mirador del madrileño barrio de Lavapiés, se representa la obra singular de Iñigo Guardamino, quien además la dirige. Tres actores; Natalia Díaz, Sara Moraleda y Rodrigo Saéz de Heredia. La escenografía de Alessio Meloni.
En Corea del Norte, no son felices, no tiene libertad y viven subyugados en un regimen de autoridad vigilada constante que penetra en las mentes de los ciudadanos. Sin disimulos. En Occidente, sin embargo, somos libres, individuos que campamos a nuestras anchas por las ciudades, los bares, centros comerciales, compramos, bebemos, comemos.
La obra de Guardamino, es un texto necesario en los tiempos que vivimos, tenemos que pararnos a pensar, ¿qué es la libertad? y si somos realmente dueños de nuestros actos. Hay mil cosas en la hora larga que dura la obra, evoca muchos temas, no únicamente la libertad y la obvia comparativa con Corea del Norte. Tampoco plantea provocar una dicotomía entre mejor/peor. Son los grises lo que interesa a Guardamino y el encuentro con el pensamiento y la reflexión. El individualismo voraz de occidente, que se disfraza de un falso colectivismo y cooperacionismo. El contraste de Corea del Norte, con el individualismo soñado como utopía y el dominio de lo colectivo. Ambas ideas se entrelazan para hacernos ver, que no es pura ni una ni la otra en ninguna de las sociedades. Así pues, partimos de la mentira, en soledad o compartida.
El título, es muy coloquial, podría ser una frase que algún occidental dice a otro que pretende ser crítico con nuestra sociedad; “¿Qué? ¿Cómo? ¡si no te gusta pues te vas!-” Orgullosos estamos de lo que hemos logrado, esa vida a crédito que nos hemos moldeado, pensamos, nosotros sólos. Nada más lejos de la realidad. Este es el punto del texto de Guardamino, sales de la Sala Mirador pensando que quizá tampoco aquí en Occidente sea el libre albedrío el que nos guía. Todo el mundo tiene una Tablet, o Smartphone etc… sabe de los algorítmos. No obstante, sí estamos en la ilusión de la libertad, así como en Corea del Norte, están en la ilusión de la grandeza y perfección de la patria que la hacen todos con su sudor y su esfuerzo. ¿Qué ilusión es más insidiosa y maligna?
La opción de elegir se manifiesta como un síntoma de esa libertad, pero, ¿realmente elegimos nosotros? ¿Qué estamos sacrificando en esa elección? Elegir, es un verbo proactivo, requiere de voluntad propia, así cuando elegimos, tenemos que deshechar otras opciones, lo que supone una pérdida. La sensación de tenerlo todo nos oprime cada vez más en una sociedad que vive para mostrar, para mostrarse. Ofreciendo una imagen disoluble y efímera al mundo que nos rodea, en la que no se pueda ver ni un ápice de nuestra angustia y miedo. El vivir hacia afuera no es más que una impostura, un trampantojo de nuestra vida, la cual nos muerde vorazmente en nuestras cuatro paredes.
Según la pirámide de Maslow, cuando los seres humanos tenemos nuestras necesidades más básicas cubiertas, queremos más, aspiramos a llenar otros vacíos bien sean espirituales o comerciales. Dependiendo del ser en cuestión. Entíendase por necesidades básicas, la comida (necesidades biológicas), el techo (seguridad), la ropa (afiliación)…. Cuando todo ello está cubierto, tenemos las pasiones, el estatus o éxito social, las relaciones etc. Nos guía una inercia hacia lo que todos quieren, y cuando todos lo quieren genera competencia, palabra crucial en la sociedad de Occidente. El capitalismo nos quiere hacer seres cada vez más competitivos y productivos a bajo coste. ¡Y vaya si lo está consiguiendo! Esa inercia que nos lleva, nos pega de frente cuando sufrimos un revés en la vida como la pérdida de un ser querido y ya no sabemos quienes somos, nuestros sentimientos están bloqueados y no podemos ya quejarnos, ni llorar.
La dureza del texto se camufla en voces en “off” que van ayudando a unir el puzle que es la obra. Mientras el espectador se relaja oye la voz que dice cosas blandas, la vista se conmueve en una escena visual dura y viceversa, la inocencia de una escena visual contrasta con la dureza explicativa de la voz en “off”, nuestros sentidos luchan entre sí y enfocamos quizá en lo que nuestro subconsciente mande. La escenografía, evoca la masa pero también los que ya no están. El suelo quemado y yermo, donde no crece ni crecerá nada. Uno parece estar en una distopía surrealista por momentos y otras veces en una reflexión político social.
Obra holística, que abarca las piezas del ser humano, la vida y la muerte, la religión o las creencias, la verdad y la mentira, el asesinato, el sexo, la maternidad, la psique con todo lo que conlleva. Todo ello en un cóctel de pantomina y show.
La obra producción de “La caja negra teatro” está hoy y mañana domingo (sábado 24 y domingo 25 de marzo) la semana que viene el viernes, sábado y domingo (30, 31 de marzo y el 1 de abril) en la Sala Mirador. Nuestro apoyo a estas Salas alternativas que ofrecen obras magníficas, con unos textos, actores y actrices extraordinarios. Madrid está llena de oferta cultural buenísima que no se publicita. Sólo se da bombo y platillo a algunas. ¿Eres pues libre de elección o te llevan?
No he visto la obra pero, a raíz de esta interesante reflexión, iré a verla.
¡No te la pierdas! gracias Ana por tu amable comentario.
Me gustó mucho este artículo. Me pareció muy informativo y, de hecho, he comprado una entrada para este viernes para ver lo que estoy seguro será una obra de teatro fascinante. ¡Gracias!
Ya sabes que intento poner de mi parte para que la cultura se expanda.
Gracias Michael! Juegas con ventaja! 😉
Muy buena reflexión a cerca de la libertad. Pienso que para vivir en esta sociedad necesitamos de un pensamiento crítico que nos permita ver la realidad y diferenciarla de entre toda la información que recibimos.
Obras como ésta nos ayudan a ello.
Muchas gracias por esta recomendación.
Gracias Ángeles siempre por tus comentarios geniales. Sin duda, el teatro es una buenísima forma de hacer crítica reflexión sobre nuestra forma de vivir, que quizá no siempre sea la más acertada, y desde ahí, mejorar. Un abrazo