Libros

Eduard Limónov es “El hombre sin amor”. El hombre que caminaba entre espejos.

Una recopilación de relatos de vida/ficción —o de ficción/vida— que abarca un periodo concreto del autor, donde vive en diversas capitales del mundo occidental con un único objetivo: escribir. Para Limónov, escribir es lo mismo que sufrir, amar o vivir. Literatura y vida están mezcladas en un cóctel agridulce de amor, desamor, éxito o fracaso. Su literatura fue tan inmensa e intensa como su vida. Para él, ambas eran indisolubles.

Los ocho relatos que recopila este libro están escritos en París entre 1985 y 1992, aunque en ellos se encuentran también acontecimientos anteriores. Vivencias nómadas del autor, parte y todo de su literatura. Según su traductora, Tania Mikhelson, en un pequeño ensayo final titulado Corpus L., Limónov estaba algo contrariado por la elección de estos ocho textos. ¿Y por qué no otros? Su obra es extensa, pero por algún lugar había que empezar.

La vida misma de Limónov era un ensayo de vida y de literatura.

La bohemia de los años 80 esperaba ser descubierta años más tarde. Todo se descubre más tarde que la experiencia. Demasiado tarde, quizá. Ahora la bohemia es puro romanticismo perfumado que apesta.

Limónov nos cuenta sus vivencias —reales e imaginarias— que transcurren en las ciudades donde todo parecía suceder entonces: Londres, Roma, París, Nueva York.

En una vida que él mismo llama “sin amor”, sabemos que lo imaginario es lo más verdadero. Porque sí tuvo amor: el incondicional y cruel de la escritura. El de la literatura. Darse a esa pasión es muy duro, pero compensa.

Caminar por esas calles que son la esquina de Rambuteau con la rue des Archives —que conozco tan bien—, que Limónov también transitó con el semblante insolente de quien sabe que todo esto es un cuento. Caminar por ahí, lo sé. También la rue de Rivoli, con su larga negrura de asfalto liso y resbaladizo en días de lluvia, que en un tramo gira hacia el bulevar de Sébastopol como si, en un agujero de gusano, te llevara a otra galaxia… si logras cruzar.

Así son las calles de las ciudades: universos paralelos, con agujeros negros y de gusano, con espejismos de verdad. Porque no hay nada más verdad que una ilusión óptica. Y eso Eddie lo sabe. Eddie es el personaje que escribe la literatura de Limónov. El autor que es personaje. No sé si se entiende.

Y aquí estoy “yo”, estrella fugaz de luz intensa pero perecedera, esperando un mejor viaje hacia el sol.

Todo es incierto y real. Nada puede ser más palpable que el hambre o el dolor y, sin embargo, no lo apreciamos en los momentos de bonanza. La ciudad es un abismo que te transforma en alguien sin piedad, como un animal voraz que intenta sobrevivirse.

El mundo, habitado por espejos que te dan la espalda para que no veas la realidad y sueñes. Aunque ese sueño se convierta en pesadilla. Y no te permitas salir.

La literatura de Limónov es esa verdad hiriente y amenazadora del autoengaño. Es literatura con mayúsculas. La literatura que piensa sin pensar en el lector. “Yo soy el lector cuando escribo, y me apetece que no me cuenten mierda”.

Esas calles de la ciudad que hoy tanto nos hacen falta están ahora llenas de zombis que no saben qué es la literatura de verdad.

La literatura de verdad no escatima, da sin censura, no suprime determinantes. No sé bien si me estoy haciendo entender.

Así tiene que ser.

El arte no debe regirse por ningún mandato más que el de crear lo que a una le venga en gana. Sin esperar nada. Sin temer las “críticas” subjetivas.

Limónov tomó el camino difícil por ser fiel a sí mismo. No tenía miedo a no gustar. Aunque la vanidad del arte siempre aspire a gustar mucho.

No temía decir lo que tenía que decir, incluso sobre sí mismo.

Y así, decir que todo el mundo es idiota o casi, no debería ofender a nadie más que a quien le ofenda.

Si la vida es literatura, y viceversa, Eduard Limónov vive muchas veces.

Las ciudades como fondo del espejo en que el amor camina o corre, hacia uno o en contra. Las ciudades también tienen su corazón y, como tal, te aman o te desprecian. Quizá ambas cosas.

El bulevar de Sébastopol —al final o al principio, pasando por el medio—, con sus múltiples calles que lo cruzan, lo giran a izquierda o derecha. Son 1332 metros de longitud transversal. Una arteria principal para sobrevivir en la ciudad, porque toca varios puntos de sus nervios vitales. Si logras cruzar con vida, puede que hayas ganado.

La lectura amplia tus horizontes.

Esta revista digital la creamos íntegramente nosotros, sin intermediarios, con todo nuestro esfuerzo y dedicación. Las donaciones son muy bienvenidas, ya que nos permiten seguir ofreciendo información independiente, sin prejuicios ni compromisos. Cuando decides donar, nos estás diciendo que valoras lo que hacemos. Tu apoyo es lo que marca la diferencia. Muchas gracias.

Join the discussion

  1. Michael

    Qué gran artículo sobre un escritor fascinante del que nunca había oído hablar pero que pronto remediaré. Me encanta tu estilo literario BGD!! Gracias. Michael

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

x

Discover more from Bamboo Grows Deep

Subscribe now to keep reading and get access to the full archive.

Continue reading