Fue en una noche de marzo de 2020 cuando se anunció el Estado de Alarma en la televisión por el Presidente del Gobierno (de turno). Ya era un hecho inminente que íbamos a estar confinados en nuestras casas durante al menos 15 días. Al final fueron meses. Nos esperaban, las horas.
Por la mañana, abres la ventana al despertar, en la primera mañana del encierro. Todavía hay despistados en las calles ajenos a la orden de no salir. Gente que va y que viene por poco tiempo ya, pues enseguida les mandan a sus casas. De vuelta, ya no queda más que esperar (no se sabe qué) y encendemos una parte de nosotros que antes permanecía apagada. Esa voz interior que nos habla de el silencio, la soledad, la pausa, y quizá también el aburrimiento. La trampa mortal para nuestra razón, cuando todo lo que queda es tiempo repleto de nada. Hablamos aquí de abrazar esa idea del tiempo lento, horas con sus sesenta minutos, uno a uno, pasando delante nuestro.- Ahora sí que puedo hacer, pensar, sentir, meditar, esperar sin esperanza, sólo por el placer de la espera en sí. Espera que llenar con libros-.
Recurrimos a la literatura, la música, el cine, en definitiva, a la cultura, cuando estamos en los momentos más bajos. Este es uno de esos momentos. Tú incluso, que no leías mucho o casi nada, te planteas leer más allá del periódico o revista habitual, más allá de las páginas en internet. Es más, buscas. Después de un par de ensayos de “auto ayuda” variada, o lo que sería -los Cómos– : (Cómo superar un divorcio; Cómo sobrevivir a tu jefe; Cómo dejar una relación; Cómo hacer un cambio en tu vida….) Seguro que alguien pronto nos dará una TEDtalk acerca de antes y después del COVID-19. Agotando los “cómos” nos aventuramos a los “qués”. Qué hacer para… numerosos títulos comienzan así en la llamada sección auto ayuda. Pero el confinamiento se va alargando y ya no sirven estos volúmenes, buscamos algo más, nuestro cerebro va acostumbrándose a la lectura y no exige un poquito más. No importa qué pero, ¡lee! Realmente sí que importa. Harold Bloom en su ensayo “Cómo leer y Por qué”, nos dice que, no sólo importa lo que se lee sino que también cómo y por qué se lee. La lectura es un ejercicio activo no pasivo.
Así descubrimos la Literatura; la novela, los cuentos… ya no hay marcha atrás, estamos enganchados a esta actividad tan vital como necesaria para tener una sociedad de libre pensantes. Algunos títulos que escuchas en cada conversación donde se habla de lectura: Cumbres Borrascosas de Emilly Brönte, Hamlet de W. Shakeaspeare, La Regenta de Leopoldo Alas, Clarín, El hereje de Miguel Delibes, Orgullo y Prejuicio de Jane Austen, Anna Karenina de Leo Tolstoi, etc … En definitiva, los básicos. Te zambulles en ellos pensando que igual tienes con un par, cuando descubres que sigues confinado y ya terminaste tres títulos. Sin embargo, no has matado el gusanillo, decides mirar en alguna librería vía internet que hagan entrega a domicilio, para elegir un título que te apetezca. Hay muchos, sorprendentemente más de los que creías que te iban a apetecer. Ya eres un lector.
Se ha escrito mucho en estos tiempos de encierro sobre lo necesaria que ha sido la cultura, un ejemplo han sido las plataformas digitales que ofrecen cine, series y documentales (recordar que muchas se basan en libros) han recibido más visitas que nunca. Este hecho revela que la cultura importa y mucho, es necesaria. El libro es algo que va más allá del mero espectador. El lector es creador de su propia versión imaginando las caras de los personajes, lo lugares en los que se desarrolla la historia, leer es un dialogo constante con el autor, con los personajes y también con uno mismo, pues nos evoca sentimientos y emociones, nos enseña a modo didáctico millones de cosas.
La lectura por placer no la enseñan en las aulas de escuelas y universidades, una pena. Las razones que hay sería materia suficiente para otro artículo. Pero, así de repente, se me ocurre que igual vivimos en una sociedad basada en la producción (en términos económicos) y no basada en la satisfacción y el conocimiento. Sir Francis Bacon decía; “No leáis para contradecir ni para impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o de disertación, sino para sopesar y reflexionar”- La lectura es terapeútica, es quizá incluso sanadora. Al leer fortalecemos la personalidad. Harold Bloom recientemente fallicido el pasado año 2019, decía que era mejor leer algo a leer nada, pero que sólo la lectura reflexiva y profunda nos aportaba el máximo de su jugo. Leer nos purga la ignorancia y es el mejor antídoto para la estulticia, más allá de las pretensiones y/o complejos pseudo-intelectuales, la lectura es ante todo para uno mismo.
El Quijote de Miguel de Cervantes es una obra bastante basta que pudiera asustar a algunos pensando que es un tostón, pero no vamos a hablar de esta maravilla de la literatura española, ya hay numerosos títulos y disertaciones de grandes expertos a los que os podéis dirigir. El libro desarrolla la inusual e increíble amistad que se forja entre el Hidalgo Don Quijote y su Escudero Sancho Panza, reduciendo a mucho toda la dimensión de la novela. Los protagonistas están en las antípodas el uno del otro que, sin embargo, su amistad funciona a la perfección siendo precisamente esa incompatibilidad (en principio) la enriquece la relación entre ambos y da un juego cómico a la novela fantástico e irónico. Muchos eruditos dicen que: El Quijote es la verdadera Biblia y Alonso Quijano es dios.
Merece la pena intentarlo o haberlo intentado, en ese intento seguro que algo ha quedado de poso en nuestra mente, quizá el intento haya sido positivo, pues el confinamiento ha hecho que te enganches a la lectura. ¡Maravilloso! Las esperas en tu vida serán momentos con “Moliere, Cervantes, Proust, Mann, Umbral, Delibes, Colette, Atwood, Stein….”. Viajarás y vivirás las emociones más extraordinarias, evocará momentos privados de tu vida y te harán pensar o re-pensar ciertos parámetros que creías superados, enterrados, olvidados, para darles otra nueva dimensión en tu mente. Mente que ahora sin darte cuenta a tomado fuerza y ha abierto nuevas vías que aumentan tu capacidad de todo, la literatura te ha enseñado a mejorar tu inteligencia y tus sentidos. Pareces ahora como El Hombre Araña, quien con la picadura y la reacción química se ha convertido en súper hombre.
BGD 😉