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Ópera

Teatro Real estrenó ayer una nueva producción de «Los maestros cantores de Núremberg» de Richard Wagner.

La ópera está dirigida por Pablo Heras-Casado que ya ha dirigido anteriormente cinco títulos del compositor alemán en el Teatro Real. Entre los días de 24 de abril al 25 de mayo se ofrecerán 9 funciones, de esta nueva producción del Teatro Real, a continuación en los teatros coproductores de la Ópera de Dinamarca y el Teatro nacional de Brno. La dirección de escena corre a cargo de Laurent Pelly, sitúa la trama en un mundo destruido, inestable y simbólico. Un excelente reparto dará vida a los personajes de la ópera, encabezados por Gerald Finley (Hans Sachs), Leigh Melrose (Sixtus Beckmesser), Tomislav Mužek (Walther von Stolzing), Jongmin Park (Veit Pogner), Nicole Chevalier (Eva), Sebastian Kohlhepp (David) y Anna Lapkovskaja (Magdalene).

«Siento que necesito un descanso de la seriedad real de mis preocupaciones cotidianas para crear rápidamente algo que me ponga en contacto más inmediato con los aspectos prácticos de nuestros teatros contemporáneos». Escribió Richard Wagner en octubre del año 1861. Aludía a su editor que necesitaba algo menos exigente una ópera más liviana y entretenida, por lo tanto, más fácil de llevar a cabo su composición. Lo cierto es que «Lo maestros cantores de Núremberg» le llevó a Wagner más de seis años completarla, cuando lo que deseaba era que en octubre de ese mismo año, la partitura estuviera finalizada en el invierno del 1862. La idea viene del año 1845 cuando Wagner acabó de componer Thannhäusser, estaba de relax en el balneario Marienband esbozó un borrador de algo más alegre que contrarrestara la intensidad de la anterior composición, la cual también giraba en torno a un concurso de canciones, se le ocurrió el tema de Hans Sachs y los maestro cantores como tema para realizar tal contrapeso a modo más amable.

Los maestros cantores de Núremberg, estrenada en el Teatro de la Corte de Múnich el 21 de junio de 1868. Wagner tiene tres óperas sin estrenar en su mesa cuando finalmente decide escribir una comedia, lo que le permitirá recibir el dinero tan esperado y deseado en ese momento. Es una obra singular en la producción de Wagner y el décimo título de su catálogo operístico. Aunque la ópera va a funcionar sus problemas económicos dan un giro hacia muy bien, con la ascensión al trono de Ludwig II. La trama transcurre en un espacio y un tiempo muy concretos: la ciudad de Núremberg, durante una sola jornada la noche y el día de San Juan– en el siglo XVI, coincidiendo con la vida real del poeta, músico y zapatero Hans Sachs (1494-1576), convertido en protagonista de la partitura. Es curioso dado que todo ese día y noche, dan para una partitura de más de cuatro, la ópera más extensa escrita. Los protagonistas de la ópera son miembros de un gremio de artesanos burgueses que compaginan sus oficios con el arte de crear canciones bajo reglas muy estrictas y minuciosas. La llegada de un forastero que, por amor, intenta participar en uno de sus severos concursos de canto con una arrebatadora e inspirada canción fuera de todos los cánones establecidos, genera entre los Maestros cantores un encendido debate estético y filosófico entre lo transgresor y lo normativo en la creación artística, que va creciendo en complejidad a lo largo de toda la ópera, evocando las grandes corrientes de pensamiento del Romanticismo centroeuropeo. Una vez se trata el tema de las Artes y su avance hacia una especie de evolución fuera de los marcos y restricciones conocidas, donde alguien se enfrenta al establishment produciéndose así un choque de lo nuevo con las reglas académicas.

Esta ópera da al compositor la oportunidad de celebrar la gran tradición de la música alemana desde Bach a Beethoven, esta es una constante durante la ópera de «Los maestros cantores». Wagner, autor también del libreto concebido a través de un sesudo trabajo de documentación sobre el universo gremial de los maestros cantores en Núremberg, da alas a sus reflexiones filosóficas enfrentando a los partidarios de la tradición reglada e inamovible representados por Sixtus Beckmesser –caricaturizado sin piedad– y los defensores de la libertad creativa del artista, encarnada por el joven Walther von Stolzing. Entre ambos, la figura conciliadora y abnegada de Hans Sachs, que aboga por un arte libre y sincero, inspirado en la tradición y la cultura del pueblo alemán. Su monólogo final, apropiado y distorsionado por el régimen nazi, propició un enfoque siniestro de la ópera, lejos de su defensa del arte como fundamento de la convivencia y la armonía de un pueblo. Al principio el concurso nos plantea un premio algo polémico que la hija del orfebre Pogner, Eva sea sorteada como premio entre los concursante parece visto desde hoy día una aberración, pero la ópera tiene su contexto. De cualquier modo la astucia de la joven junto a su amigo y confidente el gran Sachs altera cualquier forma de suerte para obtener lo que ella desea realmente. Walther el joven (que parece un joven Wagner) que trae otra forma de cantar lejos del encorsetamiento de las normas tan estrictas de los maestros, también desea ganar el concurso, por ganar a Eva. Sí que es cierto que la temática de estas óperas en los ojos de hoy parece algo fuerte. Así los jóvenes que se acerquen al teatro Real a ver esta maravilla, pensarán ¿cómo es posible que se ofrezca una persona como premio? Pero, todo tiene que ser visto en contexto de su época. De todos modos, al final, ellas buscan la forma de salirse con la suya a pesar de todo y de todos.

Musicalmente es de una belleza increíble, destacar que en esta ocasión el Teatro Real cuenta con el Arpa de Beckmesser, que ha sido generosamente cedida por el Festival de Bayreuth para las funciones en Madrid. La música acompaña al libreto de forma cuasi exacta, cada movimiento, expresión o gesto de los cantantes y actores, va acompasado por el lenguaje musical potenciando la sensación de las emociones, puntuando cada frase de los cantantes en su lenguaje psicológico y emocional, podríamos cerrar los ojos escuchar la música y comprender la trama. De hecho una de las razones por la que esta ópera le llevó más tiempo a Wagner del que esperaba era para encontrar un lenguaje musical que expresara el momentum ese mundo imaginario que creaba un Núremberg renacentista que resurgía con las artes y la música además como centro de finanzas mundial. Ese mundo creado por Laurent Pelly como algo irreal, onírico, un universo quimérico y poético donde reflejar los anhelos y conflictos de sus protagonistas. Todo encaja en una armonía visual y acústica, donde las casi 5 horas de ópera se llevan muy bien.

Además en esta ópera como siempre, el Coro Titular del Teatro Real, cuenta con 112 cantantes preparados por José Luis Basso, y la Orquesta Titular del Teatro Real, con una plantilla de 95 músicos, interpretarán esta nueva gran producción, en la que Laurent Pelly, junto a Jean-Jacques Delmotte, se ocupa también de los más de 300 trajes que utilizarán los intérpretes en escena.

Así pues para los wagnerianos y los que todavía no lo son, esta ópera es ideal para la iniciación. Nos os la podéis perder por que pasarán otros 20 años y esta obra se seguirá representando en los repertorios de las grandes Óperas del mundo.

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