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¿Son ciertos los estereotipos entre hombres y mujeres a la hora de elegir «el menu»?

Todos hemos ido a un restaurante alguna vez con nuestra pareja y al pedir nuestra cena, el camarero toma nota en su comanda. Pero, ¿qué ocurre cuando nos sirven? «El filete «al punto» para el caballero, y la ensalada para la señorita». Curioso, ¿no?

Estos estereotipos podrían darse por factores intrínsicos a la propia sociedad. Tienen su origen en Estados Unidos, allá por el año 1870 cuando la mujer se incorpora al trabajo fuera de casa. Comienza así a fraguarse la presión social por el aspecto saludable, e incluso fabuloso que constantemente tienen que proyectar las mujeres. Nadie estará en desacuerdo si decimos que los hombres tenían mucha menos presión en lo que su aspecto físico se refiere. Cuando hacían dieta, los hombres lo hacían más por cuestiones de salud y recomendación del médico que por su imagen.

En el siglo XXI, esto está cambiando, los hombres, se preocupan más por su aspecto físico de lo que lo hacían nuestros padres o abuelos. Sin embargo, la tendencia del disfrute en la comida sigue siendo igual para ellos. Eligen más platos altos en grasas y proteínas (embutidos y carnes) y más cantidades. Sin embargo ellas, comen más frutas, verduras y en menos cantidades. Datos según un estudio en La Comunidad de Madrid. A partir del 2003 en la población femenina ha habido un incremento del consumo de frutas y verduras. Tendencia que verifica que las mujeres, en general, eligen una alimentación más sana. Pero, ¿qué fue primero la dieta sana que eligen ellas o la presión en su imagen física lo que ha determinado esa dieta?

Para las mujeres, los platos además si son estéticos, delicados mucho mejor, comen más con el «ojo cualitativo». Sin embargo, los hombres, al primer vistazo al plato, les gusta ver que está bien lleno «ojo cuantitativo», aunque sea contrario a lo visualmente estético. De hecho existe toda una industria alimenticia de marketing enfocada especialmente a las mujeres. No únicamente fotografías bonitas, de ensaladas de colores variados o platos de carne o pescado, elaborados con delicadeza, sino que además, despliegan todo un decálogo de información nutricional, calorías, proteínas, minerales, vitaminas etc. Está más que demostrado que las mujeres se preocupan más por la descripción de lo que comen que los hombres. La pregunta es: ¿Por qué?

Históricamente, como ya apuntábamos, allá por el siglo XIX, en un estudio realizado en los Estodos Unidos, las mujeres comenzaban a entrar en el mundo laboral, así pues, comenzaron a comer fuera de casa. Sin embargo, ellas se juntaban en lugares distintos para comer que sus colegas hombres, haciendo proliferar incluso, cadenas de restauración pensadas para ellas. En estos lugares más tranquilos, sin el bullicio entre copas de cerveza de los bares y cafés donde iban los hombres. En los cafés, digamos, femeninos, no se servían bebidas alcohólicas. El curioso dato es que, en esos bares o cafés donde iban los hombres el menú del día era gratis con tal de que consumieran una o dos o tres… cervezas.

Podría ser que, este hecho histórico del XIX propiciara un desarrollo en todo el siglo XX, de un mercado en hábitos del comer, cuasi específico de para mujeres. Revistas de «Estilo de Vida», que incluían moda, cultura, sociedad, fitness y alimentación, apostaban por contratar nutricionistas que dieran ideas para tener una dieta equilibrada y sana para el gran público femenino y sus anotomía específica. Aunque en casa, aún reinaba la necesidad del hombre, son las mujeres las que cocinaban (hablamos del siglo XX principios/mediados), elegían para sus maridos menús que sacaban de libros con recetas a gusto de sus novios o maridos. En esa época las mujeres ponían los gustos de sus parejas por encima de los propios. Incluso así lo retrataban los anuncios de TV de entonces. A partir de los años 70 del siglo XX la tencdencia cambia drásticamente. A partir de esta década, las familias comienzan a salir fuera de casa a comer y/o cenar. Proliferan los restaurantes para familias.

Así pues, más allá del tópico -al hombre el filete y a la dama la ensalada- bien es cierto, que hoy día existen muchas más variantes en las dietas, dado a que los hombres de las nuevas generaciones se cuidan más, y hay mujeres que anteponen el placer a la estética. La línea que veíamos en los siglos pasados entre genero y comida, hoy se van difuminando. Sin haber tomado en cuenta aquí la variable generacional que, sin embargo, hoy día juega un gran papel a la hora de la dieta. Los jóvenes de hoy día, los llamados «millenials», consumen en casa sí, pero comida de fuera. Otro factor a tener en cuenta es el de la cultura, se normalizan ciertos hábitos a través del cine, sobre todo las series de TV. Sin darnos cuenta, vamos normalizando formas de comportamiento que no son típicas de nuestra cultura, cuando vemos en las series de televisión en su mayoría del mundo anglosajón, con la consecuencia de un aumento de la obesidad en España, que ya lidera los «rankings» en este campo. La cultura es una manera de exportar ideas y costumbres. Plataformas de comida «take away», te lo llevamos a tu casa, restaurantes de siempre que se han unido a esta práctica digital, para sobrevivir a la competencia.

¿Estamos siendo más vagos? ¿Salimos menos por pereza o por una cuestión económica? Debe de ser la pereza la que nos invade, dado que pedir comida a domicilio a veces sale más caro, ya que hay un pedido mínimo para la entrega gratuita en casa. En el ámbito familiar, se ha pasado de salir a comer a un restaurante a que nos lo traigan a casa también. Estos nuevos hábitos de conducta en la alimentación afecta de manera sensible a los más pequeños de la casa, pues hay hoy día un repunte en la obesidad infantil. Ya no se cocina en casa y muchas veces la comida a domicilio es elevada en grasa monosaturadas e industriales. Pero este tema bien merece otro artículo.

Deberíamos de enseñar a los más jóvenes los placeres de comer bien y con moderación, las ventajas de la llamada «dieta mediterránea». Para ello es fundamental que los padres adopten hábitos saludables, pues los hijos aprenden de lo que viven en sus hogares.

BGD

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