Teatro

Viaje hasta el límite: una pieza inédita de Luis Martín-Santos en el Teatro Español.

Del 3 de mayo al 8 de junio, el Teatro Español acoge el estreno absoluto de Viaje hasta el límite, una obra inédita de Luis Martín-Santos que llega por primera vez a los escenarios bajo la dirección de Eduardo Vasco.

El reparto lo encabezan Ernesto Arias como Pedro y Lara Grube como Gloria, acompañados por Agus Ruiz (el intruso), Eva Trancón y Luis Espacio completan el reparto. El pianista es Iván López-Ortega. La escenografía, sobria y de corte clásico, ha sido diseñada por Carolina González, con iluminación de Miguel Ángel Camacho y vestuario de Lorenzo Caprile, quien logra recrear con precisión la atmósfera de los años 50 en una casa a las afueras cargada de tensión y secretos.

Luis Martín-Santos, uno de los autores clave de la literatura española del siglo XX, no solo dejó huella con su influyente novela Tiempo de silencio, sino que también exploró otros géneros como el teatro. Viaje hasta el límite, obra inédita escrita en los años 50, se estrena ahora por primera vez en el Teatro Español bajo la dirección de Eduardo Vasco, en una versión sobria, íntima y cargada de resonancias existencialistas.

Curiosamente, el protagonista de esta obra también se llama Pedro, como el personaje central de Tiempo de silencio —novela que retrata con crudeza la España gris y asfixiante del franquismo, y que ya tuvo una adaptación teatral. Puedes leer nuestra reseña de aquella puesta en escena aquí. En este nuevo Pedro, el autor parece seguir explorando los límites de la conciencia, la culpa, el amor y la manipulación, aunque desde una clave más simbólica y teatralizada.

La historia de cómo esta pieza llegó a los escenarios es casi tan interesante como la obra misma. Eduardo Vasco supo que el investigador Fernando Doménech trabajaba en la edición de varios textos teatrales inéditos de Martín-Santos. Al saber del hallazgo —un conjunto de piezas mecanografiadas, de géneros diversos y con distintos grados de acabado—, no dudó en interesarse por esta en particular, que ahora cobra nueva vida sobre las tablas.

La acción transcurre en una vivienda a las afueras de la ciudad, donde Pedro, un hombre enfermo y rico, se encierra con su esposa Gloria, su hijo de otro matrimonio, una criada y un misterioso visitante: el intruso, interpretado con tensión y vigor por Agus Ruiz. La irrupción de este personaje desestabiliza por completo la aparente rutina doméstica. Su papel resulta esencial: sin él, el resto de figuras quedaría atrapado en un bucle cerrado de sospechas y reproches. El intruso introduce el riesgo, el extrañamiento, el contrapunto moral.

Pedro, encarnado con entrega por Ernesto Arias, domina la escena desde el resentimiento y la paranoia. Su relación con Gloria —un personaje también ambiguo, atrapado en una especie de juego emocional sin salida— añade densidad a la obra. La criada, aunque menos desarrollada, funciona como indicio de clase y símbolo de una estructura social rígida y obsoleta.

Vasco opta por una puesta en escena clásica, de estética contenida, quizá con ecos del teatro británico de posguerra, aunque sin alcanzar del todo su sofisticación formal. La escenografía y la ambientación de época están cuidadas, y el ritmo se mantiene con cierta tensión, aunque el texto, de apenas 90 minutos, resulta a ratos reiterativo. Algunas escenas se demoran en torno a los mismos conflictos —la verdad, la pasión, el poder, la herencia— sin avanzar realmente en la trama.

Pese a ello, hay momentos muy logrados, especialmente ciertos monólogos que permiten vislumbrar la densidad filosófica de Martín-Santos. La obra respira existencialismo, pero desde un tono más intimista que ideológico. A diferencia del Pedro de la novela, este Pedro no busca comprender el mundo, sino ponerlo a prueba, arrastrando a todos a una suerte de experimento emocional crudo e imprevisible.

Viaje hasta el límite no es una obra redonda, pero sí una pieza valiosa. Como testimonio literario de una época, como curiosidad escénica, y sobre todo como otra cara del universo atormentado y lúcido de Luis Martín-Santos, merece la atención del público. Su mayor mérito: provocar preguntas que no se resuelven con facilidad. ¿Quién dice la verdad? ¿Qué es amar sin condiciones? ¿Hasta dónde se puede tensar un vínculo sin romperlo? Preguntas que, setenta años después, siguen sin respuesta.

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