Desde el 29 de noviembre al 22 de diciembre, La gramática toma el escenario de la Nave 10 del Matadero en Madrid. Escrita y dirigida por Ernesto Caballero, esta comedia pone en jaque nuestras nociones sobre el lenguaje y su impacto en las dinámicas sociales, invitando al espectador a reír, reflexionar y cuestionar su relación con la lengua como patrimonio y herramienta de poder.
Ernesto Caballero nos entrega en La gramática una comedia que, bajo el disfraz de sátira, se convierte en una reflexión profunda sobre cómo el lenguaje, más allá de ser una herramienta de comunicación, actúa como un marcador de clase social, estatus educativo y pertenencia cultural. Protagonizada magistralmente por María Adánez y José Troncoso, esta obra convierte a nuestra lengua en el personaje central, explorando sus límites, sus paradojas y el impacto que tiene sobre la identidad. La obra sigue a una limpiadora de la Real Academia Española que, tras un accidente fortuito, adquiere un conocimiento enciclopédico del lenguaje y la gramática. Esta transformación radical, lejos de ser un regalo, se convierte en una maldición. Su dominio impecable del lenguaje la aísla, convirtiéndola en una figura incómoda para quienes la rodean, desde su familia hasta su entorno laboral. De ser una mujer sencilla y despreocupada, pasa a ser alguien cargada por el peso del conocimiento, enfrentándose a la marginación y a una soledad devastadora.
Caballero no solo homenajea a la lengua como patrimonio cultural, sino que también plantea preguntas incómodas: ¿hasta qué punto el uso del lenguaje nos define y limita? La limpiadora, antes ignorada por su aparente simpleza, se convierte en una figura “incómoda” al hablar con corrección, como si su erudición rompiera las reglas invisibles de su clase social. La obra invita al espectador a reflexionar sobre el prejuicio que liga el nivel cultural al uso de la lengua, evidenciando cómo el lenguaje es utilizado como un filtro de exclusión o aceptación social. El texto lleno de citas literarias y diálogos de ritmo frenético, supone un reto actoral que Adánez y Troncoso superan con creces, demostrando una química indudable y un dominio absoluto de los matices cómicos y reflexivos de la obra. La agilidad del texto, esencial para la efectividad de la comedia, encuentra en ellos su mejor vehículo, haciendo de cada interacción un ritmo fluido y con silencios oportunos que resultan muy cómicos.
Más allá de lo teatral, La gramática plantea una crítica al saber en la sociedad contemporánea. A través de su protagonista la obra aborda con ironía cómo el conocimiento puede ser percibido como un peso o una amenaza en lugar de una virtud. En un mundo cada vez más desconectado de la palabra hablada, donde la comprensión lectora y la escritura parecen estar en declive, Caballero hace que nos preguntemos: ¿Estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de la dialéctica y la retórica? ¿Es la tecnología, con sus mensajes fragmentados y su inmediatez, responsable de la erosión de nuestra comunicación? En un giro dramático, la protagonista expresa nostalgia por su vida anterior, por la simplicidad de la ignorancia y la despreocupación que esta le permitía. Este conflicto interno, entre el peso de saber y el anhelo de la felicidad sencilla, es quizás el punto más conmovedor de la obra. Caballero da en el clavo al mostrar cómo el conocimiento puede ser liberador y, al mismo tiempo, un lastre emocional y social para algunos. Pues más que igualarnos, quizá en ocasiones también nos separe, por ese motivo de distinción.
La obra también reflexiona sobre el esfuerzo monumental de desaprender. La protagonista se enfrenta a un proceso de “reseteo” lingüístico para intentar recuperar su antigua vida, lo que plantea una pregunta inquietante: ¿es más doloroso desaprender lo que se ha adquirido que aprender desde cero? Este dilema pone sobre la mesa la relación entre el conocimiento y la identidad, y cómo la transformación intelectual puede llevar tanto a la realización personal como al aislamiento. En su conjunto, La gramática no es solo un homenaje al patrimonio lingüístico español, sino una advertencia sobre los riesgos de un mundo donde la palabra pierde su valor. La puesta en escena es minimalista pero efectiva, sobria pero ingeniosa y una dirección que equilibra la sátira y la emoción, Ernesto Caballero nos invita a reírnos de nuestras paradojas mientras reflexionamos sobre el peso —y el privilegio— de saber.
Un texto cargado de humor e ironía, La gramática se erige como un “anti-Pigmalión” que desmonta los clichés sobre el conocimiento y la cultura. La química entre María Adánez y José Troncoso aporta frescura a esta parábola contemporánea, que es tanto una celebración de nuestro idioma como una crítica mordaz a una sociedad obsesionada con las apariencias culturales.
La fotografía ha sido facilitada por Nave El Matadero y es de David de la Morena.
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