Teatro

Dibujo de un zorro herido: identidad, deseo y espejos digitales

Del 17 de octubre al 16 de noviembre, la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero acoge Dibujo de un zorro herido / Dibuix d’una guineu ferida, una propuesta del Centro Dramático Nacional escrita y dirigida por Oriol Puig Grau e interpretada por Eric Balbás.

La obra arranca con Ferran, un profesor de infantil, que se cruza por azar con el autorretrato de un pintor fallecido, Daniel Gómez Mengual. Ese encuentro fortuito se convierte en una obsesión: Ferran comienza a bucear en la vida del artista a través de Instagram, entre imágenes luminosas y vídeos efímeros, hasta confundir la identidad ajena con la propia. Bien podría ser una crónica de una obsesión, la huida de uno mismo para encontrar refugio en el “otro”, aparentemente como versión mejorada.

A partir de esa premisa, Puig Grau teje una narración inquietante sobre la fragilidad del yo contemporáneo, el deseo de ser otro y la huida de uno mismo. En un tiempo saturado de imágenes y auto exposiciones digitales, Dibujo de un zorro herido explora esa “mentira pública de la felicidad” que atraviesa las redes sociales, donde la vida se muestra tersa, pulida, sin heridas visibles.

El texto —concebido en el marco de las Residencias Dramáticas del CDN— combina introspección psicológica y ritmo narrativo trepidante. En apenas dos horas, Eric Balbás encarna más de treinta personajes, y lo hace con una precisión y claridad sorprendentes: el espectador distingue sin esfuerzo al protagonista, al compañero de piso, a los niños del colegio o a la voz que narra. Su interpretación es un ejercicio de resistencia, pero también de sutileza: un cuerpo que transita por múltiples identidades sin perder nunca el hilo emocional.

Eric Balbás en un momento de la obra

La dirección de Puig Grau, que nació de una ensoñación más que de una idea cerrada, bebe de referentes literarios como Patricia Highsmith y su universo de dobles —Tom Ripley y Dickie Greenleaf—, trasladados aquí a una Barcelona que también actúa como personaje. Esa ciudad nocturna, atravesada por luces artificiales y soledades digitales, acoge la transformación del protagonista: un hombre que busca mirarse a través de otro, que se habita por primera vez mientras se disuelve.

Entre las capas de su aparente realismo laten cuestiones profundas: identidad, trauma, deseo y amor. Puig Grau logra entrelazar lo cotidiano y lo onírico con una sensibilidad cinematográfica, como si Ferran caminara dentro de un sueño lúcido donde cada gesto revela una grieta. Los niños del aula infantil reflejan, con sus juegos y comportamientos, las heridas invisibles que heredan del mundo adulto y que más tarde serán esos adultos heridos. Y en esa observación se dibuja el verdadero zorro herido: el ser humano contemporáneo, desorientado entre lo que muestra y lo que realmente es, atrapado en las trampas del espejo digital.

Porque las redes sociales, convertidas en el gran escenario de la identidad, son también un arma de doble filo. Nos ofrecen la ilusión de conexión, pero al mismo tiempo nos aíslan y diluyen nuestra autenticidad, especialmente entre los más jóvenes y vulnerables. Repensar esa exposición constante es urgente: sólo aprendiendo a convivir con el silencio, con el pensamiento propio, con la lectura y la pausa, podremos recuperar relaciones humanas más sanas, más reales.

Dibujo de un zorro herido tiene el pulso del buen cine independiente y la intensidad del teatro más íntimo. Una obra que, sin levantar la voz, nos obliga a mirar hacia dentro.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

x

Discover more from Bamboo Grows Deep

Subscribe now to keep reading and get access to the full archive.

Continue reading