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El filósofo que nunca existió: la IA, la autoría y el gran juego de las apariencias

¿Y si la próxima gran teoría filosófica fuera escrita por nadie? Jianwei Xun, supuesto pensador hongkonés creador del concepto de hipnocracia, fue citado, elogiado y debatido en medios internacionales. Pero Xun no existe. Es una creación del ensayista italiano Andrea Colamedici, asistido por la inteligencia artificial. El experimento revela mucho más que un simple engaño: expone cómo construimos (y consumimos) la autoridad, el conocimiento… y la realidad.

El filósofo que nunca fue

Durante meses, Jianwei Xun pareció un nuevo referente de la filosofía contemporánea. Un perfil académico, una web pulida, un lenguaje preciso y sugerente, y un libro: Hipnocracia. Su pensamiento —una crítica a cómo el poder ya no reprime sino que hipnotiza, moldeando percepciones a través de medios digitales e IA— parecía ajustarse con inquietante exactitud al zeitgeist global.

Lo que pocos sabían es que tras la máscara estaba Andrea Colamedici, un pensador italiano y cofundador de Ediciones Tlon, quien utilizó ChatGPT y Claude (otro sistema de inteligencia artificial desarrollado por Anthropic) para generar los textos atribuidos a Xun. Un experimento de filosofía distribuida, sí. Pero también una gran pregunta abierta: ¿a quién creemos cuando leemos?

¿Quién es Jianwei Xun? Una identidad distribuida para una época confusa

Detrás del nombre Jianwei Xun no hay una biografía clásica, sino una pregunta: ¿quién construye hoy nuestra noción de realidad? El creador Colamedici, de este “filósofo inexistente” en una entrevista con la revista Le Grand Continent, explicó que Xun no fue concebido como una broma ni como una trampa, sino como un “experimento filosófico” que mezcla inteligencias humanas y artificiales para explorar los límites de la verdad, la autoridad y la credibilidad en la era digital. Esto es un tema primordial en esta era para hacernos reflexionar y tener capacidad crítica o criterium, saber diseccionar lo que leemos, tener base intelectual suficiente o sino, al menos cuestionarnos y consultar diversas fuentes y medios, así como lecturas más profundas. No está siendo un mundo para crédulos, “donde te las meten dobladas”.

Utilizando herramientas como ChatGPT y Claude, Colamedici elaboró la teoría de la hipnocracia, una idea provocadora que sugiere que el poder ya no se impone por la fuerza, sino que se infiltra en la percepción. La IA no solo sirvió como colaboradora textual, sino como espejo cultural: generó el discurso, pero también ayudó a visibilizar las grietas por donde ese discurso se cuela sin que cuestionemos su origen. Cada vez es más difícil detectar algo auténtico de algo ficticio y generado por la IA. Llegará un día que lo que se genera con IA ¿sea también aceptado como auténtico? Pues depende de la información que maneje el que usa la herramienta. Pues no es lo mismo un experto en algo que alguien que la usa sin criterio ni conocimiento sobre un tema.

“Jianwei Xun es una entidad filosófica distribuida”, afirma Colamedici, una figura compuesta por texto automático, diseño de identidad digital, citas académicas sin autor real y una comunidad que creyó (o quiso creer) en su existencia. En un contexto donde los perfiles falsos no son ya anomalías sino síntomas, su experimento nos interpela: ¿cuánto de lo que damos por cierto nace de una biografía legítima, y cuánto del deseo de encontrar certezas aunque provengan de voces inventadas?

Hipnocracia: entre la distopía y el espejo

La tesis central de Hipnocracia es poderosa: en tiempos de algoritmos y redes sociales, el control se ejerce menos por la fuerza que por la captura de atención y la manipulación de realidades. Figuras como Donald Trump, Elon Musk o influencers de gran alcance serían, según Xun-Colamedici, iconos del nuevo poder: el que no te ordena, sino que te seduce. Uno acepta sin más, sometiéndose de manera voluntaria a la tendencia propuesta sin preguntarse nada. Es como la invitación al castillo del Conde Drácula; entras por tu propio pie y voluntad al ser invitado, sólo así es cuando el Conde tiene el poder sobre tu mente y tu espíritu. Según este experimento, el poder no se impone hoy día, sino que se cede.

Es una idea que resuena con Byung-Chul Han y su concepto de “psicopolítica”, o con el “capitalismo de la vigilancia” de Shoshana Zuboff. Pero también recuerda a los antiguos sofistas: los que vendían la palabra como herramienta de poder ¿Estamos ante un retorno sofisticado del sofismo, ahora en manos de máquinas que imitan voces humanas con brillantez?

El peligro de creer sin preguntar

Aunque el autor haya revelado la verdad, el experimento deja una sombra incómoda: medios, académicos, editores y lectores aceptaron al ficticio Jianwei Xun sin cuestionamientos. La web oficial sigue activa. El perfil en Academia.edu no avisa de su naturaleza inventada. ¿Qué dice eso sobre nuestra forma de validar el conocimiento?

Hoy más que nunca, la autoridad puede construirse con diseño web, citas bien armadas y un tono convincente. ¿Y si eso es más “real” que la verdad? El proyecto de Colamedici es provocador, pero también peligroso: refuerza la urgencia de volver a pensar críticamente, a contrastar fuentes, a desconfiar de lo que suena demasiado perfecto.

Lo que Hipnocracia revela —más allá de su tesis— es que vivimos en un tiempo donde el contenido importa menos que su envoltorio. Donde incluso las ideas más lúcidas pueden ser generadas, replicadas y consumidas como si fueran originales. Y donde la verdad puede ser, también, una ilusión bien escrita. Tal vez, como apuntaba Borges, toda autoría es ficción. O tal vez estamos, simplemente, frente al primer gran filósofo poshumano: una máscara sin rostro que nos devuelve el nuestro.

🌀 Un juego antiguo: cuando la filosofía ya jugaba con máscaras

La idea de crear autores ficticios no nació con la inteligencia artificial. Mucho antes de ChatGPT o Claude, ya había quien firmaba con nombres falsos para decir lo que no se atrevía a firmar con el suyo. O para explorar ideas desde otro punto de vista. O, simplemente, para jugar.

  • Kierkegaard usó hasta siete seudónimos distintos, cada uno con una “voz” y una forma de pensar.
  • Descartes publicó el Discurso del método sin su nombre.
  • Fernando Pessoa no solo creó heterónimos: les dio biografías, fechas de nacimiento… y estilos literarios propios.

“Un autor no siempre quiere ser él mismo. A veces escribe mejor siendo otro.”

📎 De la broma al paper: falsos textos que engañaron a los expertos

El mundo académico no se ha librado de las máscaras. En 1996, el físico Alan Sokal envió un artículo lleno de sinsentidos a una revista de estudios culturales. Fue aceptado. Su intención era demostrar que, si uno escribe con jerga confusa y menciona muchos autores de moda, puede pasar por sabio sin decir nada.

Y más recientemente, investigadores han usado textos generados por IA para “colarse” en conferencias científicas y revistas de prestigio. El resultado es inquietante: los filtros de verdad a veces no son más que filtros de estilo.

🌱 ¿Quién habla, cuando algo nos hace pensar?

En un mundo saturado de imágenes, discursos y textos, puede que nos estemos acostumbrando a no preguntar demasiado quién está detrás de lo que leemos.

Jianwei Xun no existe. Pero su hipnocracia sí describe algo que muchos sentimos: una realidad que parece cada vez más manipulada, más líquida, más difícil de descifrar.

Quizá lo importante no es si el autor existe, sino si lo que leemos nos despierta algo.

🌐 ¿Qué hacemos con todo esto?

En bamboo grows deep no tenemos todas las respuestas. Pero nos gusta hacernos preguntas como estas:

  • ¿La IA destruye la autoría o la reinventa?
  • ¿Qué responsabilidad tiene un lector en tiempos de ficción ubicua?
  • ¿Podemos usar la tecnología para pensar mejor, no solo para producir más?

Porque la inteligencia artificial no va a desaparecer. Está aquí para quedarse, y con ella, nuevos dilemas, nuevas formas de crear y también de engañar. La pregunta, entonces, no es si debemos usarla, sino cómo. Y la única brújula posible sigue siendo la de siempre: conocimiento, pensamiento crítico, y lectura profunda. Saber distinguir lo vacío de lo valioso, lo real de lo aparente, no depende de los algoritmos, sino de nosotros.

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