Teatro

El Dragón de Oro: las vidas invisibles suben a escena en La Abadía

El Teatro de La Abadía inaugura temporada con El Dragón de Oro, uno de los textos más representados internacionalmente del dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig, dirigido en esta ocasión por Ánxeles Cuña y puesto en pie por la veterana compañía gallega Sarabela Teatro. La obra, Premio de Dramaturgia de Mülheim en 2010, llega con la vigencia intacta de los temas que aborda: la migración, la explotación laboral y la prostitución.

En apenas una hora a un ritmo vertiginoso, el escenario de la Sala Juan de la Cruz se convierte en un microcosmos de vidas rotas y supervivencias mínimas. Todo arranca en la cocina de un restaurante asiático, ese “dragón de oro” que podría encontrarse en cualquier gran ciudad europea. Allí trabajan inmigrantes sin papeles, reducidos a un espacio minúsculo y a condiciones insoportables. El dolor de muelas de un joven chino, incapaz de acceder a un dentista ni de localizar a su hermana desaparecida, sirve de hilo conductor para desplegar un mosaico de historias cruzadas en el edificio donde se ubica el local.

Cinco intérpretes —Fina Calleja, Fernando Dacosta, Sabela Gago, Fernando González y Fran Lareu— dan vida a diecisiete personajes, en un ejercicio actoral de dinamismo que combina humor, crudeza y una poética amarga. Con un ritmo frenético de 48 escenas y 14 espacios, el montaje transita entre lo real y lo fantástico, recuperando incluso la fábula de la cigarra y la hormiga, convertida aquí en alegoría de quienes se aprovechan de la necesidad extrema de otros para perpetuar un abuso inhumano.

En esta versión, Schimmelpfennig reinterpreta la conocida fábula: la hormiga ya no es simplemente la trabajadora previsora, ni la cigarra la despreocupada. La relación entre ambas se convierte en una metáfora feroz del hambre y la extrema necesidad como arma de dominación. La cigarra, sometida por su necesidad vital, encarna a quienes, despojados de todo, quedan atrapados en la red de la explotación. La hormiga, en cambio, representa el poder que impone las reglas, legitimando una sumisión que deja en evidencia la deshumanización del sistema.

La dramaturgia de Schimmelpfennig no deja espacio a la indiferencia: nos recuerda que los más débiles —los migrantes, las mujeres explotadas, quienes carecen de derechos— siguen siendo las víctimas de un sistema que se beneficia de su invisibilidad. En esa paradoja, la obra muestra cómo la sociedad puede llegar a deshumanizarse hasta el punto de que el reino animal parece guardar más humanidad que nosotros.

Sarabela Teatro, con cuatro décadas de trayectoria, ofrece una propuesta que subraya el carácter lúdico y a la vez estremecedor del texto, con un lenguaje escénico que mezcla lo cómico y lo dramático. Ánxeles Cuña, al frente de la dirección y la dramaturgia, reivindica un teatro capaz de unir fantasía y realidad, de arrancar sonrisas y, al mismo tiempo, de obligar al espectador a mirar lo que normalmente evita.

La Abadía, fiel a su compromiso con la diversidad lingüística, ofrecerá además una función en galego con sobretítulos en castellano, y organiza un diálogo abierto con el propio Schimmelpfennig, junto al dramaturgo Quique Bazo, en un encuentro que busca ampliar la reflexión que la obra propone.

El Dragón de Oro se representa en La Abadía hasta el 28 de septiembre. Una oportunidad para enfrentarse, a través del teatro, a las heridas abiertas de nuestro presente: la precariedad, la invisibilidad y la brutalidad de un sistema que sigue alimentándose de los más débiles.

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