En el Diván

Listas listas y más listas en fin de año, los mejores de… Los peores de… Y ¿cómo no? Los buenos propósitos ¿Que nos enseñan los filósofos?

Cada diciembre, los medios de comunicación nos inundan con listas: los mejores libros, las canciones más populares, las películas más taquilleras y, por supuesto, los propósitos de Año Nuevo. Este fenómeno, se repite anualmente, daremos algunas pinceladas de cómo podemos hacer que no se no vayan demasiado de las manos. Ayudados desde la filosofía y con una perspectiva psicológica intentaremos entender por qué nos sentimos tan atraídos por estas compilaciones y rituales de renovación personal.

La atracción por las listas: simplificando la complejidad

Los seres humanos tenemos una tendencia natural a organizar y categorizar la información. Las listas nos ofrecen una forma estructurada de presentar datos, facilitando su comprensión y asimilación. En un mundo saturado de información, y por qué no decir también de desinformación, estas enumeraciones actúan como filtros que nos ayudan a identificar lo más relevante, permitiéndonos sentir que tenemos cierto control sobre la vastedad de contenidos disponibles. Especialmente en la actualidad la cantidad de información que diariamente recibimos nos deja a veces saturados y con alguna nube encima de nuestra cabeza. Las listas son quizá una forma de desechar algunas cosas, pero; ¿hacemos una buena criba? ¿O tenemos ya dispuesto un sesgo emocional? La tendencia que hay es quedarnos con la información que a priori no nos causa malestar y se ajusta con nuestras ideas y gustos. Pero sin duda, esa no es la manera de detectar la información que es realmente eso, información. La sensación que nos produce las listas y los propósitos es de alivio en un principio.

El ritual de los propósitos de Año Nuevo: entre la esperanza y la realidad

Con la llegada del nuevo año, es común establecer metas y objetivos personales. Este ritual simboliza un nuevo comienzo y refleja nuestro deseo de mejora continua. Sin embargo, diversos estudios señalan que una gran parte de estos propósitos no se cumplen. La Asociación Americana de Psicología (APA) sugiere que, para aumentar las probabilidades de éxito, es importante establecer metas realistas y alcanzables, y enfocarse en cambios graduales en lugar de transformaciones drásticas. Incluso hay gente que hace rituales con tintes esotéricos, para estimular en el próximo año el amor, el dinero, la salud… Normalmente tendemos a soñar muy alto, como ese dicho que decía, “si quieres alcanzar una estrella, apunta a la más alta y quizá consigas la más cercana”. El apuntar alto nos hace trabajar duro por eso que esta lejos y a medio camino sería también un buen objetivo conseguido. Al ponernos metas más realistas, serán a corto plazo y es positivo, dado que al conseguirlas nos da más fuerza de seguir luchando para las que son más a largo plazo. Todos tenemos en mente éstas últimas. Otra de las cuestiones es la de compartir con otros nuestros propósitos o no hacerlo. Depende del círculo de amistades y/o familiares, a veces podría ser una mala idea. Hay quien afirma que al compartir sus objetivos le hace sentir más compromiso de no perderlos de vista. Depende lo que le funcione a cada uno.

La paradoja de las listas: entre la motivación y la presión social

Aunque las listas de propósitos pueden servir como fuente de motivación, también pueden generar presión y ansiedad. La psicóloga Iratxe López de Vergara señala que, a menudo, nos proponemos objetivos basados en expectativas externas o ideales poco realistas, lo que conduce al desánimo y al abandono prematuro de nuestras metas. La comparación social, es algo que no es muy positivo si se hace de manera irracional, por ejemplo unos amigos se ponen sus propios propósitos, nos los cuentan y podría generarnos (sin necesidad) compararlos con los nuestros, quizá para comprobar que no somos lo suficiente ambiciosos o creativos a la hora de ponernos metas, también podría darnos por copiarlos y no sería nuestro deseo en coherencia con nosotros mismos. Esta sensación nos genera malestar que a veces, en algunas personas podría convertirse en angustia, ansiedad y quitarnos el sueño. Esa comparación podría desviarnos de las metas que realmente queremos nosotros e intentar emular las de alguien que admiramos por lo tanto sus metas deben de ser mejores, y no. Los objetivos de cada uno son muy personales y surgen desde la necesidad o deseo, que es muy particular. La emulación por admiración es un quimera.

La influencia de los medios: listas como contenido estacional

Los medios de comunicación aprovechan nuestra inclinación por las listas, especialmente durante la temporada de fin de año. Estas compilaciones no solo atraen la atención de la audiencia, sino que también fomentan la participación y el debate, aumentando el compromiso del público. Además, en una época caracterizada por la sobreabundancia de información, las listas actúan como guías que orientan nuestras elecciones culturales y de consumo. Los Influencers en las redes sociales, que parece que al final no son tan sociales como dicen, nos dan también sus metas, sus rituales, etc… Hablando de influir y de emular a amigos, tratar de hacer lo mismo que la gente que no conocemos en nuestro día a día, sólo porque las vemos todos los días en las redes sociales, ya es algo irreal e intangible nos pone en otra fase de comparación que podría ser aún peor dado que se basa en una enmascarada. Esto es muy común sobre todo en los adolescentes, quizá no tanto en la Generación X en sus antecesoras, dado que éstas generaciones crecieron en otro ambiente y las redes sociales no les llevan a este punto, aunque hay casos de gente de estas generaciones que están muy influenciados por lo que ven en las redes, depende la madurez, la cultura, el entorno y la vida de cada cual.

Conclusión de esta primera aproximación: una tradición que perdura

A pesar de las contradicciones y desafíos asociados con nuestra obsesión por las listas y los propósitos de Año Nuevo, esta tradición persiste. Más allá de su eficacia real, estas prácticas reflejan nuestra necesidad de orden, significado, esperanza y una especie de hoja de ruta. En última instancia, las listas de fin de año son un espejo de nuestras aspiraciones y deseos, envueltos en el ritual cíclico de la renovación anual. Veamos que nos cuentan algunos filósofos de este tema.

El ritual refleja nuestra aspiración por el auto-mejoramiento y la búsqueda de la felicidad. Sin embargo, desde una perspectiva filosófica, esta costumbre puede ser analizada a través de las ideas de pensadores como Immanuel Kant y Arthur Schopenhauer, quienes ofrecen enfoques que contrastan sobre la naturaleza humana y nuestras motivaciones.

Immanuel Kant: la razón y el deber en la formulación de propósitos

Immanuel Kant, filósofo ilustrado, sostenía que la moralidad se basa en la razón y en el cumplimiento del deber. Según Kant, las acciones verdaderamente morales son aquellas realizadas por respeto al deber, no por inclinaciones personales o búsqueda de la felicidad. Aplicando esta perspectiva a los propósitos de Año Nuevo, podríamos inferir que, para Kant, la formulación de tales metas debería estar guiada por principios racionales y deberes morales, más que por deseos subjetivos o expectativas de placer. Este enfoque racionalista podría explicar por qué, a menudo, establecemos objetivos ambiciosos y éticamente loables, aunque su cumplimiento efectivo dependa de nuestra capacidad para actuar conforme al deber y no solo por inclinación.

Arthur Schopenhauer: la voluntad y la ilusión del cambio

Por otro lado, Arthur Schopenhauer, conocido por su filosofía pesimista, argumentaba que la esencia del ser humano reside en una “voluntad de vivir” irracional y perpetuamente insatisfecha. Desde esta óptica, los propósitos de Año Nuevo podrían interpretarse como manifestaciones de esta voluntad, que nos impulsa a desear constantemente mejoras y cambios en busca de una felicidad esquiva. Sin embargo, Schopenhauer advertiría que tales esfuerzos están condenados a la frustración, ya que la satisfacción de un deseo solo da paso a nuevos anhelos, perpetuando un ciclo interminable de insatisfacción que nos hace querer más. Esta visión podría explicar por qué, a pesar de nuestra determinación inicial, menos del 50% de las personas logran cumplir sus propósitos, ya que la naturaleza de la voluntad humana tiende a generar expectativas que superan nuestras capacidades reales provocando un eterna frustración.

Optimismo vs. realismo en la formulación de propósitos

La tendencia a establecer metas ambiciosas puede estar influenciada por un optimismo inherente en la naturaleza humana. Este optimismo nos lleva a sobreestimar nuestras capacidades y a subestimar las dificultades, resultando en propósitos que, aunque bien intencionados, son poco realistas o difíciles de alcanzar en el corto plazo. La filosofía estoica, por ejemplo, enfatiza la importancia de reconocer y aceptar nuestras limitaciones, enfocándonos en lo que está bajo nuestro control y estableciendo objetivos alcanzables. Adoptar una perspectiva más realista y moderada podría aumentar la probabilidad de éxito en la consecución de nuestros propósitos, evitando la frustración derivada de expectativas no cumplidas.

Una reflexión filosófica sobre los propósitos de Año Nuevo

Desde la ética del deber de Kant hasta el pesimismo de Schopenhauer, la filosofía ofrece diversas perspectivas para analizar la práctica de establecer propósitos de Año Nuevo. Estas reflexiones nos invitan a cuestionar nuestras motivaciones, la racionalidad de nuestras metas y la naturaleza de nuestra voluntad. Al considerar estas ideas, podemos adoptar un enfoque más consciente y realista en la formulación de nuestros propósitos, reconociendo tanto nuestras aspiraciones como nuestras limitaciones, y buscando un equilibrio entre el idealismo y la practicidad en nuestra búsqueda de la mejora personal. Apoyarse en la filosofía siempre es una buena idea para relativizar nuestros deseos y necesidades, para también relativizar acerca de lo que supone conseguir la felicidad, que no únicamente se obtiene de conseguir metas, sino de tener una vida coherente con nuestros gustos, personalidad, habilidades. Adoptar los deseos, gustos, características de otros nos dará muchos quebraderos de cabeza, desazón e incluso tristeza, porque no podemos mantener durante mucho tiempo la máscara puesta. Veamos otros dos grandes filósofos que nos dicen.

Ludwig Wittgenstein: el lenguaje de los propósitos y la autonomía de la voluntad

Ludwig Wittgenstein, uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, centró su obra en la relación entre el lenguaje y la realidad. Según su perspectiva, el lenguaje no solo describe el mundo, sino que también define cómo interactuamos con él. En el contexto de los propósitos de Año Nuevo, Wittgenstein podría invitarnos a reflexionar sobre el lenguaje que utilizamos para formular nuestras metas. En su “Tractatus Logico-Philosophicus”, aborda la relación entre la voluntad y el mundo. Afirma que “la voluntad no puede modificar los hechos del mundo; sólo puede modificar los límites del mundo, es decir, la relación entre los hechos y el sujeto”. Esta idea sugiere que, aunque no podemos cambiar las circunstancias externas mediante la mera voluntad, sí podemos alterar nuestra perspectiva y actitud hacia ellas. Así pues, esto implica que el verdadero cambio reside en cómo nos posicionamos frente a nuestras metas y desafíos, más que en intentar controlar factores externos. 

Por ejemplo, cuando decimos “Este año quiero ser más saludable”, ¿estamos realmente declarando un objetivo concreto o simplemente expresando un deseo vago? Wittgenstein destacaría la importancia de la precisión en el lenguaje, pues el éxito de nuestros propósitos depende de cómo definimos y damos sentido a nuestras metas. Además, su idea de la autonomía de la voluntad se conecta con la capacidad de elegir libremente nuestros propósitos, pero también con la responsabilidad que implica sostenerlos. Formulamos metas desde nuestra autonomía, pero la verdadera dificultad radica en integrar estas metas en el marco de nuestra vida cotidiana, donde muchas veces chocan con hábitos y realidades más difíciles de cambiar. Wittgenstein sostiene que “la libertad de la voluntad consiste en que no podemos conocer ahora las acciones futuras”. Esta afirmación resalta la incertidumbre inherente al futuro y la importancia de la autonomía en la toma de decisiones presentes. Al establecer propósitos, ejercemos nuestra libertad volitiva, reconociendo que, aunque el futuro es incierto, tenemos la capacidad de orientar nuestras acciones hacia objetivos deseados. 

Søren Kierkegaard: la angustia, la elección y el compromiso personal

Søren Kierkegaard, precursor del existencialismo, ofrece una perspectiva profundamente introspectiva sobre las metas y los propósitos. Según él, la vida humana está marcada por elecciones que generan angustia, porque cada decisión implica renunciar a otras posibilidades. Al establecer propósitos de Año Nuevo, nos enfrentamos a esta angustia existencial: ¿priorizamos el éxito profesional, el bienestar físico o la felicidad personal? Kierkegaard señalaría que estas elecciones revelan lo que valoramos más profundamente. Søren Kierkegaard, enfatiza la importancia de la elección individual y el compromiso personal. Afirma que “la verdadera elección es la elección de uno mismo”, destacando la necesidad de tomar decisiones auténticas que reflejen nuestra verdadera esencia. En el contexto de los propósitos de Año Nuevo, esto implica que nuestras metas deben surgir de una comprensión profunda de nosotros mismos, en lugar de ser influenciadas por expectativas externas o convenciones sociales. Tiene que ver con la idea de la coherencia de vida.

Kierkegaard también señala que “la responsabilidad de ser uno mismo es la única responsabilidad real que existe en la vida”. Esta perspectiva nos invita a asumir plenamente la responsabilidad de nuestras elecciones y acciones, reconociendo que la autenticidad y la autoaceptación son fundamentales para una vida plena. Al establecer y perseguir propósitos, es esencial que estos reflejen nuestras verdaderas aspiraciones y valores, lo que requiere un compromiso sincero con nuestro propio desarrollo personal. Para Kierkegaard, el compromiso es esencial. No basta con formular propósitos; debemos involucrarnos con ellos a nivel ético y emocional. Él criticaría nuestra tendencia a abandonar metas a medio camino, señalando que esta falta de compromiso refleja una evasión de nuestra responsabilidad como individuos. En este sentido, los propósitos de Año Nuevo podrían verse como un espejo de nuestras tensiones internas entre la autenticidad y la superficialidad.

Aspectos psicológicos: optimismo, expectativas y autocompasión

Desde la psicología, se sabe que las personas tienden a sobrestimar lo que pueden lograr en el corto plazo, mientras subestiman lo que pueden alcanzar a largo plazo. Este optimismo excesivo, aunque nos motiva inicialmente, puede llevarnos a la frustración cuando nuestras expectativas no se cumplen. Aquí, tanto Wittgenstein como Kierkegaard ofrecen herramientas para enfrentar este fenómeno. Wittgenstein podría instarnos a reformular nuestras metas en términos más concretos y alcanzables, reduciendo la brecha entre el lenguaje y la realidad. Kierkegaard, por su parte, nos animaría a enfrentar la angustia del fracaso con honestidad, utilizando estas experiencias como oportunidades para profundizar nuestro compromiso y autocomprensión.

El balance de éxitos y fracasos: lecciones para el nuevo ciclo

A medida que hacemos recuentos de los éxitos y fracasos del año, es fundamental recordar que nuestras metas no son indicadores absolutos de valor personal. Desde una perspectiva existencial, cada propósito cumplido o incumplido puede verse como una oportunidad para aprender más sobre nosotros mismos. La clave está en abordar estos balances con una combinación de realismo, autocompasión y un renovado sentido de propósito.

Conclusión: un enfoque filosófico y psicológico para un Año Nuevo consciente

Incorporar las ideas de Wittgenstein y Kierkegaard a nuestra reflexión sobre los propósitos de Año Nuevo nos invita a ir más allá de la superficie, cuestionando nuestras motivaciones y enfrentando nuestras limitaciones. Al combinar estas perspectivas filosóficas con el entendimiento psicológico de nuestras tendencias y desafíos, podemos formular metas más significativas y realistas, enriqueciendo nuestra experiencia del nuevo ciclo.

Para aquellos que queráis indagar más sobre el tema pasamos a daros un título de cada pensador del que hemos hablado.

Immanuel Kant“Fundamentación de la metafísica de las costumbres”

En este texto, Kant desarrolla su teoría de la autonomía de la voluntad y el imperativo categórico, esenciales para entender cómo las personas establecen metas basadas en principios morales universales. Este libro es clave para reflexionar sobre la responsabilidad que conlleva fijar propósitos alineados con valores éticos. Edición recomendada: Editorial Tecnos (Traducción de Jacinto Rivera de Rosales).

Arthur Schopenhauer“El mundo como voluntad y representación”

En esta obra monumental, Schopenhauer explora cómo la voluntad impulsa nuestras acciones y deseos, aunque a menudo está en conflicto con la realidad y la razón. Su perspectiva pesimista puede ofrecer un contrapunto interesante, al señalar que los propósitos pueden ser un reflejo de nuestra lucha constante contra la insatisfacción inherente a la condición humana. Edición recomendada: Alianza Editorial (Traducción de Pilar López de Santamaría).

Ludwig Wittgenstein
“Tractatus Logico-Philosophicus”
Este libro es la obra fundamental de Wittgenstein, donde explora la relación entre el lenguaje, el pensamiento y el mundo. Aunque no trata directamente los propósitos, su análisis del lenguaje como herramienta para estructurar y dar sentido a la realidad ofrece una base filosófica para reflexionar sobre cómo formulamos nuestras metas.
Edición recomendada: Alianza Editorial (Traducción de Isidoro Reguera).

Søren Kierkegaard
“La enfermedad mortal”
Esta obra reflexiona sobre la angustia existencial y la relación entre el individuo y sus elecciones, temas directamente vinculados al establecimiento de propósitos y al compromiso con ellos. Kierkegaard describe cómo evitar la “desesperanza” exige abrazar nuestra responsabilidad como individuos y tomar decisiones auténticas.
Edición recomendada: Ediciones Encuentro (Traducción de Julián Marías).

Para los que prefieran un enfoque más psicológico podéis acercaros a la obra “Thinking, Fast and Slow” de Daniel Kahneman. Este libro del premio Nobel de Economía analiza cómo las decisiones humanas están influenciadas por procesos cognitivos, lo que ayuda a entender por qué a menudo no cumplimos nuestros propósitos o establecemos metas poco realistas.

En el mejor de los casos, cuestionar lo que creemos y queremos es difícil, especialmente cuando más necesitamos hacerlo, pero podemos beneficiarnos de la opinión informada de otros. Muchos de nosotros anticipamos espontáneamente cómo valorarán los amigos y compañeros nuestras decisiones; la cualidad y el contenido de estos juicios anticipados importa. Esperar un chisme inteligente es un motivo poderoso para hacer una autocrítica sería, más poderoso que los propósitos del Año Nuevo de mejorar en el trabajo y en casa.

Daniel Kahneman

De cualquier modo hagáis listas o propósitos o no los hagáis, siempre apoyaros en la filosofía, literatura y teatro… ¡¡¡Feliz 2025!!!

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