Teatro

Entre la furia y ternura: la vigencia de American Buffalo de David Mamet.

American Buffalo puede verse en la Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa desde el 16 de septiembre hasta el 26 de octubre, de martes a sábados a las 20:00 h y los domingos a las 19:00 h. Producción de Show Prime.

El Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa abre su temporada teatral en la Sala Guirau con el estreno absoluto en español de American Buffalo, una de las piezas más emblemáticas del dramaturgo estadounidense David Mamet. La obra, dirigida por Ignasi Vidal, cuenta con un elenco de lujo: Israel Elejalde, David Lorente y Roberto Hoyo. La escenografía es de David Pizarro y Roberto del Campo, la iluminación de Felipe Ramos, el vestuario de Sandra Espinosa, los audiovisuales de Stefano di Luca y la música de Marc Álvarez. La traducción corre a cargo de Borja Ortiz de Gondra.

Cuando el teatro sucede de verdad, cuando ocurre esa magia irrepetible en la que los actores respiran al unísono, se escuchan y se sienten, se produce un momentum que arrastra también al espectador. Esa magia se materializa en esta adaptación de American Buffalo. Allí, en mitad de la chatarra de un viejo local, uno se encuentra dentro del engranaje de tensiones, silencios y estallidos, atrapado en el mismo aire que respiran los tres personajes. El ritmo del diálogo, con pausas exactas y silencios que pesan tanto como las palabras, crea un tempo perfecto. Es un placer presenciar teatro con mayúsculas.

Estrenada originalmente en 1975 en el Goodman Theatre de Chicago y llevada después a Broadway, American Buffalo se consolidó como una de las piezas fundamentales de Mamet, con su característico estilo de diálogos cortantes, silencios estratégicos y un retrato descarnado de la ambición y la frustración. En 1996 llegó también al cine, con Dustin Hoffman en el papel de Teach, acompañado por Dennis Franz y Sean Nelson, en una versión que se convirtió en referencia para los amantes del autor.

La experiencia de ver American Buffalo es un vaivén entre la carcajada y el desgarro. Como espectador, la pregunta esencial siempre es: ¿he disfrutado? Aquí la respuesta es un rotundo sí. Y es que, aunque la trama habla de fracaso, precariedad y sueños imposibles, el montaje de Ignasi Vidal consigue que el público ría a menudo. La furia irracional de Teach —ese cabreo permanente que roza lo absurdo— provoca risas espontáneas, pero risas nacidas de la empatía. Porque detrás de cada exabrupto, de cada sospecha delirante, lo que se muestra es la vulnerabilidad de un hombre herido por la vida.

Las frases de Mamet, afiladas como cuchillas, atraviesan los oídos: hacen reír y, al mismo tiempo, cortan. El espectador se descubre sonriendo mientras siente cómo la herida se abre. Esa es la magia de este texto y de estos intérpretes: la risa no cancela la tristeza, sino que la hace más profunda.


Israel Elejalde, como Teach, es un imán en escena. Su enfado constante, casi abrasivo, se convierte en una coraza que esconde miedo e inseguridad. La agresividad no es solo violencia: es su manera de mostrar vulnerabilidad, de revelar carencias profundas. Su personaje es el segundero del reloj que marca el pulso de la función. En torno a su rabia, sus frases punzantes y su desconfianza crónica giran Don (David Lorente) y Bobby (Roberto Hoyo), como planetas arrastrados por la gravedad de su inestabilidad.

Si Teach es el volcán en erupción, Don representa la calma tensa de quien ha aprendido a sobrevivir en un mundo de derrotas. Dueño de la chatarra, mueve la acción desde la resignación y un pragmatismo herido. Su personaje no es menos vulnerable: detrás de su aparente control late la misma frustración de quien sabe que nunca tendrá acceso al “sueño americano”. Lorente le aporta humanidad, casi ternura, en medio de la mediocridad y el polvo metálico de su tienda.

Bobby, en cambio, es el espejo más frágil. El aprendiz que busca aprobación, el muchacho que entrega su lealtad a cambio de un lugar en el mundo. Su destino es el de tantos jóvenes sin rumbo, atrapados en redes de poder y afecto que terminan utilizándolos. Hoyo dota a Bobby de una vulnerabilidad conmovedora, logrando que el espectador se pregunte si aún hay salida posible para él o si está condenado a repetir el fracaso de sus mayores.

Juntos forman un triángulo perfecto: el furor descontrolado de Teach, la resignación pragmática de Don y la ingenuidad vulnerable de Bobby. Tres caras de una misma moneda: la de los perdedores en una sociedad feroz, que sueñan con un golpe de suerte que nunca llega.

La dirección de Ignasi Vidal entiende con precisión que American Buffalo es un texto de ritmo y silencios, y construye una puesta en escena que respira al compás de sus tres actores. El resultado es un espacio cerrado, casi asfixiante, donde la chatarra se convierte en metáfora de sueños oxidados y oportunidades rotas.

La traducción de Borja Ortiz de Gondra merece un reconocimiento especial. Trasladar al castellano la esencia de un texto tan preciso como American Buffalo supone un desafío enorme: conservar la intención de cada palabra, el ritmo cortante de los diálogos, y al mismo tiempo reflejar la idiosincrasia de la época y la cultura americana que Mamet retrata. La versión castellana consigue mantener la fuerza sintáctica y el filo del lenguaje original; quien conozca el inglés podrá comprobar cómo cada frase en español conserva el significado, la musicalidad y la carga psicológica que Mamet asigna a sus personajes. Es, sin duda, una traducción eficaz que permite al público español experimentar la obra con toda su intensidad.

Más allá de su ambientación americana, lo que late en este montaje es un espejo para el presente: la precariedad, la desconfianza, la rabia de quienes sienten que el sistema les ha dejado fuera. Personajes que son daños colaterales de una sociedad brutal y hostil, donde los ganadores lo toman todo y los perdedores, atrapados en su origen y circunstancias, se ven abocados al fracaso. Mamet nos recuerda que, aunque la ambición pueda empujar a trapichear o engañar, lo que palpita debajo es un grito de supervivencia. Una obra escrita en 1975, pero que sigue interrogándonos en 2025. Muy recomendable.

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