El Teatro Real recupera por fin, entre el 24 de junio y el 23 de julio, la aclamada producción de Willy Decker, estrenada en el Festival de Salzburgo en 2005 y convertida desde entonces en una referencia escénica mundial. Esta versión iba a clausurar la temporada 2019-2020, pero quedó pospuesta por la pandemia. Ahora, con su icónica puesta en escena dominada por un gran reloj circular y un espacio minimalista, regresa como un símbolo de reencuentro y belleza.
Una tragedia escrita desde la herida
Hay obras que, al volver a escena, no envejecen: se ensalzan. Cada nueva lectura revela un matiz oculto, una arista aún más humana. La traviata, tal vez la más íntima de todas las óperas de Giuseppe Verdi, no solo narra la caída de una mujer marcada por la enfermedad y la hipocresía social. Narra también, como si fuera un espejo ahogado en música, la vivencia del propio compositor: Verdi había perdido a su esposa y a sus dos hijos en apenas dos años. Tenía solo 26 cuando se quedó completamente solo. Ese duelo se adhiere, más o menos explícitamente, a cada compás de la partitura. Porque La traviata –aunque basada en la novela de Dumas hijo y disfrazada de escándalo burgués– es, en el fondo, una elegía.
Y sin embargo, esta elegía no es solemne. Tiene vitalidad, fiesta, contradicción. Violetta, la protagonista, no se limita a ser víctima: es libre, es deseante, es luminosa antes de apagarse. Tal vez por eso La traviata sigue siendo, siglo y medio después, tan conmovedora. Porque nos habla desde un lugar donde el amor se mezcla con el miedo, y la lucidez con la esperanza. Y porque en ella la música no embellece el sufrimiento, sino que lo convierte en algo que se puede compartir.
Este verano, el Teatro Real de Madrid acoge 18 funciones de la aclamada producción dirigida por Willy Decker, una de las más intensas y perturbadoras del circuito internacional. Concebida para el Festival de Salzburgo en 2005, esta versión se ha convertido en un hito escénico: por su austeridad visual, por su sentido del tiempo, y por la forma en que logra restituir a la ópera su dimensión más humana, más filosófica.
La hora final de Violetta
La obra comienza donde otras terminan: en el umbral de la muerte. Violetta está enferma, pero más que eso: está condenada. El reloj gigante que preside el escenario –una creación minimalista y brutal de Wolfgang Gussmann– no es solo un elemento escénico, sino una metáfora implacable. La vida de la protagonista se mide en minutos, en respiraciones cada vez más frágiles. Y no hay escapatoria: ni el amor ni el arrepentimiento bastan para detener la maquinaria del tiempo.
En la lectura de Willy Decker, el paso del tiempo no se representa: se encarna. Es ese reloj, pero también es el andar casi mudo del doctor Grenvil, que atraviesa la escena como una figura del destino. Es también la propia escenografía semicircular, que encierra a los personajes en un ciclo sin salida. Violetta no muere de tuberculosis: muere de conciencia. Sabe desde el primer momento que su historia está condenada, pero aun así la vive con una intensidad que desarma.
Esa conciencia del tiempo fue precisamente uno de los momentos más conmovedores de la rueda de prensa en el Teatro Real. Nadine Sierra, una de las sopranos que encarnará a Violetta, no pudo evitar emocionarse al hablar del reloj que marca el destino de la protagonista. Pero no solo por lo que representa en la ópera, sino por lo que simboliza en la vida real: “También en nosotras hay un reloj que no para”, dijo, aludiendo a esa presión invisible pero constante que muchas mujeres sienten sobre sus propias decisiones vitales. Ser artista, formar una familia, tener un cuerpo disponible para la exigencia escénica y al mismo tiempo no renunciar a una vida personal: ese dilema callado, ese “elefante en la habitación”, está presente, aunque rara vez se nombre. Y cuando lo hace, como ocurrió ese día, deja un silencio que no necesita música.
Que una artista como Nadine Sierra lleve esa experiencia personal al papel de Violetta no solo enriquece su interpretación, la eleva. La transforma en un espejo que devuelve al público algo más que belleza o dolor: una verdad que resuena en el presente. La intensidad con la que canta, con la que respira, con la que mira antes de morir, no puede separarse de lo que ella misma ha vivido, intuido, temido. Quizás por eso su Violetta no solo emociona: estremece.

El lirismo de Verdi y el centro absoluto de Violetta
La traviata es una de esas óperas cuyo cuerpo melódico vive ya en la memoria colectiva. Hasta quien no frecuenta los teatros de ópera puede tararear el célebre brindis “Libiamo ne’ lieti calici”, o reconocer el estremecimiento de “Addio del passato”. Verdi no solo compuso una música hermosa: compuso una emoción sonora que atraviesa el cuerpo. La intensidad del primer acto, la delicadeza del segundo, el desgarrador lirismo del tercero… todo parece tejido no con notas, sino con hálito humano.
Y es precisamente esa humanidad la que la producción de Willy Decker potencia con decisión. En un escenario despojado de todo artificio, el espacio queda reducido a un fondo casi blanco, atravesado por ese enorme reloj que marca el paso del tiempo como una sombra inexorable. No hay distracciones, no hay lujo, ni ambiente parisino, ni salones de época. Hay solo una mujer, su soledad y su destino. El minimalismo no resta, al contrario: concentra la mirada del espectador en el centro incuestionable de este drama, que no es otro que Violetta Valéry.
El coro, compuesto exclusivamente por voces masculinas, acentúa esa sensación de una protagonista rodeada de una sociedad que la observa, la juzga, la desea o la abandona, pero nunca la comprende del todo. Apenas otra figura femenina la acompaña: Anina, la fiel sirvienta, silenciosa y compasiva. La célebre Flora, mencionada en la trama, no aparece como personaje autónomo en escena. Todo gira en torno a Violetta: su deseo de vivir, su amor por Alfredo, su generosidad trágica y su conciencia precoz de la muerte.
Es por todo ello que La traviata es una elección perfecta para cerrar la temporada del Teatro Real. Porque es una obra que lo tiene todo: belleza musical, hondura dramática, complejidad emocional. Pero también porque en esta producción radical y poética, la ópera se convierte en un espejo de lo esencial. Y esa esencialidad, cuando está tan bien servida por la música de Verdi y por voces capaces de desnudarla hasta el alma, nos recuerda por qué seguimos necesitando el teatro, incluso —o sobre todo— cuando habla del final.

Tres repartos, dos batutas.
Esta Traviata del Teatro Real se apoya en un trío de repartos de altísimo nivel vocal y expresivo, encabezados por las sopranos Nadine Sierra y Adela Zaharia, cuya entrega escénica y calidad lírica prometen momentos inolvidables. Les acompañan tenores como Xabier Anduaga, Iván Ayón Rivas y Juan Diego Flórez en el papel de Alfredo, y barítonos del calibre de Luca Salsi, Artur Ruciński y Gëzim Myshketa como Giorgio Germont. Todos ellos, junto a un reparto sólido y equilibrado en los papeles secundarios, contribuyen a que cada función tenga su propio pulso dramático.
La dirección musical corre a cargo del maestro húngaro Henrik Nánási, con funciones especiales dirigidas también por el catalán Francesc Prat (1 y 10 de julio), al frente del Coro y la Orquesta Titulares del Teatro Real. Ambos aseguran una lectura rigurosa y emocionalmente comprometida de una partitura que no da tregua.
Pero más allá de los nombres, hay algo simbólico en esta recuperación de la producción de Willy Decker, prevista para clausurar la temporada 2019-2020 y cancelada entonces por la pandemia. Que regrese ahora, cinco años después, con todo su esplendor escénico y vocal, no es solo un homenaje al poder regenerador de la ópera. Es también una forma de saldar una deuda pendiente con el público, de cerrar un ciclo con belleza y valentía, de decir —como Violetta en sus últimas palabras— que el amor y la música, incluso en el límite, siguen siendo lo único verdaderamente necesario.
ACTIVIDADES CULTURALES PARALELAS
27 y 28 de junio, a las 19 horas ya las 21.00 horas | FUNDACIÓN SGAE , Sala Berlanga
CINE: ¿Amor imposible?
En paralelo a La traviata , la Fundación SGAE propone la proyección de dos de las propuestas más originales que ha producido el cine español recientemente: El secreto del orfebre y Daniela Forever . Dos historias de amores imposibles ya un tiempo real, latentes en los recovecos del perspectivismo de nuestras vidas. Daniela Forever (Nacho Vigalondo, 2024): 27 de junio a las 19.00 horas y 28 de junio a las 21.00 horas El secreto del orfebre (Olga Osorio, 2010): 27 de junio a las 21.15 horas y 28 de junio a las 19.00 horas
Compra de entradas en este enlace .
22 de junio, a las 11.00 ya las 13.00 horas | REAL TEATRO DE RETIRO , Sala Pacífico
TALLER MUSICAL EN FAMILIA: ¡Todos al Real Teatro!
Un taller lúdico y participativo dirigido por Fernando Palacios en el que aprenderemos a escuchar ópera con cuentos, canciones, mini conciertos e instrumentos insólitos para descubrirlo todo sobre la música y sus protagonistas.
Esta sesión se titula Una mujer moderna y explora el universo sonoro de la ópera La traviata , de Giuseppe Verdi, programada en el Teatro Real, la ópera más representada del mundo.
Participan: Pequeños Cantores de la ORCAM , bajo la dirección de Ana González .
29 de junio a las 12.00 horas | Teatro Real, sala principal
LOS DOMINGOS DE CÁMARA , por solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real, Orquesta Sinfónica de Madrid.
El programa incluye obras de Giulio Briccialdi, Katrin Penman, Wolfgang Amadeus Mozart, Marcos Cruz Llórens y Mieczysław Weinberg.
3 y 17 de julio a las 17.00 horas; 8 y 15 de julio a las 12.30 h | MUSEO DEL ROMANTICISMO
VISITAS GUIADAS: Los bailes de sociedad en el siglo XIX.
El equipo de Mediación Cultural del Museo desvelará a los participantes de estas visitas guiadas el esplendor de su salón de baile, así como los secretos asociados a estas veladas durante el Romanticismo. Las normas sociales, así como la importancia del protocolo, la etiqueta y la reputación que se imponían en este tipo de actos durante el XIX, serán solo algunos de los temas con los que el público seguro se sorprenderá.
Actividad gratuita hasta completar aforo, previa inscripción aquí a partir del 26 de junio.
9 de julio a las 18.00 horas | CÍRCULO DE BELLAS ARTES , Sala Ramón Gómez de la Serna
CONFERENCIA: La denuncia social en “La traviata ” , por Massimo Giuseppe Bonellise.
La traviata es, junto con Rigoletto , la ópera en la que de manera más evidente Giuseppe Verdi se opuso a la moral imperante de su época, criticando el conformismo, la hipocresía, la desigualdad y, muy en especial, la injusta condición de la mujer. En esta conferencia, moderada por Valerio Rocco —director del Círculo de Bellas Artes— e impartida por Massimo Giuseppe Bonellise —director de la Escuela italiana de Madrid, historiador de arte y director de escena—, se tratarán los elementos de crítica social que plantea esta ópera, dentro de su contexto social y político.
Más información en este enlace . Entrada libre hasta completar el foro.
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