Hay amores que se consumen en la carne, y otros que se apagan al ser comprendidos. Béla Bartók escribió ambos. En el Teatro Real, con 5 funciones entre el 2 y el 10 de noviembre, el compositor húngaro aparece en doble espejo: El mandarín maravilloso y El castillo de Barbazul, dos obras unidas por una nueva dramaturgia de Christof Loy que convierte la violencia, el deseo y el misterio en materia poética.
El Real presenta por primera vez en su escenario esta doble propuesta, en una coproducción con el Teatro Real con la Ópera de Basilea, donde se estrenó, con gran éxito, en 2022 y marca uno de los ejes de la actual temporada: el mito de Barbazul, que reaparecerá también en Ariadna y Barbazul de Paul Dukas y en la versión infantil del Real Teatro de Retiro. Al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real está Gustavo Gimeno, que ya había dejado huella con El ángel de fuego y Eugenio Oneguin, y que aquí dirige con la precisión y el pulso orgánico que exige la música de Bartók: una música que late, respira y quema.
El deseo que no muere: El mandarín maravilloso
Basado en un relato grotesco de Menyhért Lengyel, El mandarín maravilloso (1918) es una parábola urbana sobre la brutalidad y el deseo. En los bajos fondos de una gran ciudad, tres malhechores obligan a una joven a prostituirse para atraer a sus víctimas. El tercero, un mandarín misterioso, despierta en ella —y en todos— un magnetismo inexplicable. Ninguna violencia logra matarlo hasta que logra abrazarla: solo entonces puede morir.

La partitura, que Bartók calificó como “diabólica”, es un torbellino rítmico de percusiones, metales y timbres crudos. Su tensión no proviene del exceso, sino de la precisión. Cada compás es un pulso del deseo, una danza primitiva donde la sensualidad y la muerte se confunden. El mandarín maravilloso es, en el fondo, una alegoría del amor como fuerza indestructible: lo que no se entrega, no muere.
La escenografía de Marton Agh muestra un paisaje decadente de suburbios y ruinas suspendidas sobre un puerto. En ese mundo corrupto, el amor surge como un milagro momentáneo, un relámpago entre cuerpos desposeídos. Gorka Culebras (El mandarín) y Carla Pérez Mora (La chica) imprimen al ballet una fisicidad extrema, casi ritual. El movimiento se convierte en lenguaje, en una gramática del deseo que no necesita palabras.

Al concluir el ballet, Christof Loy introduce un pasaje de paz: el primer movimiento de la Música para cuerda, percusión y celesta, una de las obras más hipnóticas de Bartók. Es el puente que separa el mundo exterior —violento, animal— del mundo interior que está por venir.
Las puertas del alma: El castillo de Barbazul
Compuesta en 1911, El castillo de Barbazul es la única ópera del compositor. En ella, Bartók transforma el cuento de Charles Perrault en un drama psicológico. Judith, recién casada con el enigmático duque Barbazul, desea conocerlo por completo. Una a una, abre las siete puertas de su castillo —símbolos de su mente, su pasado y sus miedos— hasta que, al franquear la última, descubre lo que no puede ser compartido: la sombra que lo habita.
Musicalmente, la obra es la antítesis del ballet anterior. Donde el Mandarín es ritmo y sangre, Barbazul es silencio y eco. Bartók combina el idioma húngaro con líneas melódicas inspiradas en el folclore de su país, y construye una orquesta que no acompaña, sino que habla. Cada puerta abierta —la cámara de las lágrimas, la del tesoro, la del jardín, la del lago de lágrimas— está dibujada con una textura sonora distinta, desde la penumbra de las cuerdas graves hasta los destellos de los metales cuando la luz entra por fin.

Evelyn Herlitzius encarna una Judith luminosa, impulsiva y trágica, cuya voz atraviesa el espacio con una fuerza que es tanto interrogación como entrega. Frente a ella, el bajo Christof Fischesser (Barbazul) sostiene un personaje de contención, de peso interior, donde cada palabra parece tallada en piedra. Nicolas Franciscus, presente en ambas obras como El Poeta, actúa como hilo conductor: el narrador que observa cómo el arte transforma la violencia en comprensión.
La decisión de Loy de incluir el Prólogo antes del ballet y repetirlo al inicio de la ópera da al conjunto un sentido circular. El poeta joven que celebra el poder del teatro se convierte después en un hombre cansado, pero consciente de que el arte sigue siendo el único lugar donde los mitos respiran.
Bartók: el que escuchaba la tierra
Bartók no fue solo un compositor, sino un etnógrafo del alma humana. Recorrió aldeas húngaras grabando cantos campesinos porque creía que en ellos se escondía la esencia perdida de Europa. Su música es, por eso, una fusión entre lo ancestral y lo moderno, entre la tierra y el inconsciente. En estas dos obras, el folclore y la psicología se dan la mano: el tambor primitivo del Mandarín resuena en la oscuridad simbólica de Barbazul.
El resultado, en el Teatro Real, es una velada intensa y profundamente emocional. Dos formas de amor —una que sobrevive a la muerte, otra que muere por conocer demasiado— que Bartók convierte en música pura, en una lección sobre lo que somos cuando el deseo y el miedo hablan el mismo idioma.
El arte de Bartók no ofrece consuelo, sino verdad: nos recuerda que amar es también abrir la puerta que preferiríamos mantener cerrada.
ACTIVIDADES PARALELAS
23 y 30 de octubre, y 6 y 13 de noviembre, de las 19 a las 21 horas | TEATRO REAL, Sala Gayarre
CURSO: Comprender a Bartok – Cuatro sesiones de dos horas
Impartido por la musicóloga Irene de Juan, busca acercar al público a la obra del compositor húngaro y a su ópera El castillo de Barbazul.
30 de octubre a las 20.15 horas | TEATRO REAL, Sala Gayarre
ENFOQUES: El mandarín maravilloso y El castillo de Barbazul
Participan: Gustavo Gimeno (director musical), Christof Loy (director de escena), Juan Lucas (director de SCHERZO) y Joan Matabosch(director artístico del Teatro Real).
11 de noviembre, a las 12.00 horas y 12 de noviembre, a las 18.00 horas | MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL, Cámara Acorazada
VISITA EXCLUSIVA: Tocando la historia: Un Oriente no tan lejano
Con motivo de la puesta en escena de El mandarín maravilloso, el MAN abre en exclusiva para el Teatro Real dos espacios de acceso restringido: su cámara acorazada y el gabinete de numismática. En ellos, los participantes podrán contemplar monedas, billetes y amuletos antiguos de China y Japón, dos tierras y culturas -en principio- muy lejanas a la nuestra. Guiados por el personal del departamento y con algunas piezas en la mano, los asistentes descubrirán por qué el Extremo Oriente nos resulta tan diferente y, a la vez, está tan conectado con nosotros. Precisamente una moneda, el real de a ocho español, hizo posible la primera globalización de la Edad Moderna, uniendo Asia, América y Europa.
Acceso gratuito previa reserva desde una semana antes en la web del Museo.
Aforo limitado a 10 personas.
16 de noviembre a las 11 y a las 13 horas | REAL TEATRO DE RETIRO, Sala pacífico
TALLER FAMILIAR ¿Te suena El mandarín maravilloso? – Encuentro lúdico y participativo dirigido por Fernando Palacios, en el que aprenderemos a escuchar ópera con cuentos, canciones, mini conciertos e instrumentos insólitos para descubrirlo todo sobre la música y sus protagonistas.
Intérpretes: Sara Guerrero (guitarra) y Rafael Gálvez (percusión)











