La contaminación acústica es el exceso de sonido que altera las condiciones normales del ambiente y puede tener graves consecuencias para la salud. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la exposición prolongada a niveles superiores a 85 decibelios durante más de ocho horas diarias puede provocar pérdida de audición, problemas de sueño, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, además de afectar el rendimiento cognitivo infantil.
El ruido ambiental proviene principalmente del tráfico rodado, el transporte aéreo, las obras y el ocio nocturno son las principales fuentes de ruido en las ciudades. Se estima que al menos 100 millones de personas en la Unión Europea están expuestas a niveles de ruido considerados inaceptables por los expertos en salud. A esto se suman otras fuentes cotidianas, como los motores de coches en ralentí, las conversaciones a gritos por el móvil, la música en dispositivos electrónicos o el ruido constante de sistemas de aire acondicionado mal mantenidos. La exposición crónica al ruido también impacta en el aprendizaje: estudios han demostrado que el ruido en las aulas dificulta la concentración, la comprensión lectora y la memoria en niños. Sin embargo, pese a la evidencia científica sobre sus efectos, la sociedad parece cada vez más tolerante con el exceso de ruido. Quienes alzan la voz para denunciarlo suelen ser etiquetados como “aguafiestas”, cuando la realidad es que el problema afecta a todos.
Una ley insuficiente sin aplicación efectiva
En España, la Ley 37/2003, de 17 de noviembre, del Ruido, establece límites y normativas para reducir la contaminación acústica. Sin embargo, su aplicación sigue siendo irregular y la inacción de las autoridades es una queja recurrente en muchas ciudades. Mientras que en otros países de la Unión Europea se aplican sanciones contundentes para garantizar el descanso y la convivencia, en España las quejas vecinales a menudo quedan sin respuesta. En muchos casos, los afectados deben aportar pruebas para justificar su denuncia, y cuando la policía interviene, el ruido suele cesar momentáneamente, dificultando la sanción. La construcción de viviendas también es un factor clave: en muchos países europeos, las normativas de aislamiento acústico son estrictas, mientras que en España abundan edificios con paredes tan delgadas que permiten oír cada movimiento del vecino, convirtiendo la vida cotidiana en una experiencia estresante.
¿Qué soluciones existen?
Para mitigar la contaminación acústica, la OMS recomienda medidas como reducir el uso innecesario del claxon, moderar el volumen de dispositivos electrónicos y mejorar el aislamiento de los edificios. Sin embargo, la realidad dista mucho de estas recomendaciones. Sin una aplicación efectiva de la ley y un cambio en la percepción social del ruido, la tendencia seguirá en aumento. Las ciudades deben avanzar hacia modelos más sostenibles en los que el ruido sea un factor a regular con la misma seriedad que otros tipos de contaminación. Mientras tanto, muchos ciudadanos seguirán lidiando con una “gota insignificante” de ruido diario que, con el tiempo, se convierte en una auténtica tortura.
Este artículo ha sido elaborado con información de ACM (Agencia de Contenidos de Maldita)
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