Noticias, cultura, vida buena, sociedad, pensamiento crítico
Por dentro

La necesidad de hablar constantemente es un síntoma de no estar en contacto consigo mismo.

Hablar es importante si lo haces con una o más personas en un contexto de comunicación y/o de diálogo con un tema interesante, intercambiar ideas y puntos de vista enriquece a las personas que lo practican. Pero, sin embargo, hablar continuamente sólo o acompañados de manera compulsiva y sin decir nada, es ya un problema. Hoy día con los «smartphones» se observa en los transportes públicos, salas de espera (incluso en hospitales), espacios de trasiego como la vía pública, que la gente no para de hablar con sus aparatos «smartphones». El que está al lado y no quiere o no le apetece oír la conversación compulsiva de estas personas, sin duda, se coacciona su libertad.

En una sociedad donde se está viendo las consecuencias nocivas en niños y adultos del uso indiscriminado de los smartphones en todos lo lugares sin excepción, hasta en los colegios, no estamos haciendo nada. Nadie quiere meterse en ese berenjenal, pero los efectos serán devastadores en un futuro próximo. Ya están detectando problemas psicológicos que antes ni existían, las adiciones a estos aparatos, a estar sobre informados constantemente, sin realmente estarlo, provoca ansiedad. La sensación de soledad en los jóvenes (y cada vez no ya tan jóvenes) es tan grande que lleva a veces a la depresión más profunda, es una de las causas de estar hiperconectados con el mundo exterior, con lo que hacen los demás, y tan poco conectados con nuestro mundo interior y lo que nos sucede. No vamos bien, si un adolescente dice estar agobiado y deprimido sin su teléfono móvil, no vamos bien, si vemos a menudo menores con estos aparatos en sus manitas pequeñas, y luego nos lamentamos de que tiene tics o que la vista es deficiente con gafas desde muy pequeñitos, que tiene problemas de aprendizaje, hiperactividad, que es agresivo y rebelde y un largo etc…. ¿Nos creemos que sabemos todo sobre nuestros hijos, realmente creemos que ellos no están en la estadística de los que ven ciertas cosas en internet? ¿Seguro? Pues ¡hágaselo mirar por favor! Porque las estadísticas son altas, muy altas, uno de cada tres menores ve porno fuerte y accede a juegos de apuestas online o ver ciertos contenidos que no está en edad de procesar por lo que distorsiona la realidad del mundo. Uno de cada tres. Significa que su hijo o hija es uno de ellos con alta probabilidad.

El silencio en la sociedad actual está mal visto, parece que cuando alguien está solo con sus pensamientos sin mirar el móvil, debe de tener algún problema. La necesidad de abrir la boca todo el tiempo sin decir nada, es algo ya enfermizo. Para ilustrarlo con ejemplos. Contaré unas anécdotas que me han transmitido y otras que he experimentado yo en mi propio día a día. Alguien me contó hace poco tiempo, como tenía que aguantar a sus vecinos hablando a voces entre ellos constantemente, cuando entraban en el ascensor no paraban de hablar entre ellos, incluso al mismo tiempo, sin considerar que un ascensor es un lugar pequeño y cuando hay mas personas es una falta de educación. Por si esto no es ya bastante, estos vecinos, también hablaban constantemente estando solos en casa, por el móvil en la terraza a veces, incluso a las 7 de la mañana, también a las 6 de la tarde, da igual, ellos deben de pensar que están solos en el mundo que sin duda, les pertenece. Otra persona bastante conocida se quejaba comentándome cómo su pareja imponía su presencia, o mejor dicho, omnipresencia, comentando cada pequeño sentimiento o emoción que le venía a la cabeza, sólo dormido estaba «relativamente» callado, se disolvió la pareja con el tiempo. Otros me contaron como hoy quedar a tomar algo con algún amigo o amiga era tener una biografía de sus inquietudes, que a menudo eran vanas, para no dejar espacio a la escucha del otro. Mi propia experiencia es que después de nadar, cosa que hago por placer pero también por salud, me doy una sauna terapéutica para relajar músculos y mente. Eso sólo ocurre cuando de vez en cuando estoy sola a un hora tonta, por que cuando hay más gente es completamente imposible. Otra vez, el espacio relativamente pequeño donde la temperatura es muy alta, que es una sauna, la gente no tiene consideración ni medida. Es insoportable. En el transporte público, pero en un avión también, la gente está con sus móviles sin auriculares, con música que a veces es horrible para los demás pasajeros, hablando constantemente. La contradicción de la sociedad es que existen las redes «sociales» en una sociedad totalmente individualista.

En cualquier parte no te libras del ruido en la ciudad. Es por este motivo que hay algunas personas que no podemos más. Primero por que no es saludable a un nivel físico, pero tampoco lo es hablando de la salud mental. Este es un tema que nos preocupa enormemente, ya hemos hablado de esto anteriormente, pero ahora daremos otro enfoque, pues es un tema con muchos tentáculos. El ecologista acústico Gordon Hempton dice que; «La gente teme al silencio como teme la oscuridad». Esta frase dicha así, parece simple, pero no lo es. En plena pandemia, la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) publicó un demoledor informe que concluye que 113 millones de personas sufren en nuestro continente los efectos de la contaminación acústica. Y nuestro país España, encabeza el ranking en Europa de los más ruidosos. El ruido a ciertos niveles (como lo es en las ciudades) causa unas 13.000 muertes prematuras y más de 45.000 casos de cardiopatías por ese ruido. Además provoca problemas en el metabolismo, trastornos del sueño, estrés, ansiedad, en los más pequeños problemas cognitivos. G. Hempton dice que hay que enseñar a los niños en el placer de jugar sin ruidos extremos que ellos puedan escucharse y jugar, por lo que más allá de promover el «movimiento quiet» en los parques, colegios, quiere que haya un sello «silence» en algunos locales de ocio para mayores también, hoteles, bares, e incluso hasta en santuarios marinos. Es una iniciativa fantástica que va a producir en breve, si se aplica, muchos beneficios. Pero ¿estamos preparados?

El ecologista acústico midiendo Gordon Hempton los niveles de ruido en Olympic Mountains en EEUU. foto de Isaac Hernández.

En pleno centro de Madrid existe un lugar cuyo destino es el SILENCIO, mas que silencio, ofrecen espacios de paz y calma, meditación, encuentros, espacios de formación. Cuando lo descubrimos pensamos, ¿cómo es posible que no haya existido antes? Bueno pues este espacio lleva desde el 2009. Es un paso, pero demos tomar en cuenta que no es suficiente. Debemos aprender a pensar en los demás, cuando también necesitamos que piensen en nosotros. En sociedad no se puede sobrevivir sin esta conciencia colectiva, es ser egoísta inteligente, como decía Thomas Hobbes, pensar en los demás es pensar en uno mismo, el egoísta inteligente. Es una forma de beneficio propio. Sin los demás, estando absolutamente solos en el mundo no podríamos sobrevivir. Por lo tanto, debemos aprender a convivir de forma más placentera posible. La gente se está volviendo apática e insensible. «¡Y que más da! ¿Qué puedo hacer yo? ¡Es lo que hay! Hay que aguantar….» Y así una larga lista de frases de resignación que he escuchado a lo largo de los últimos años. La pandemia iba a hacernos reflexionar. Lo hizo sí, por unos días, quizá semanas. Parece que no hemos aprendido nada, y lejos de eso, muchos incluso han empeorado en cuanto a lo social, pensando que van a vivir como les de la gana por si cae otra pandemia, la vida es ahora, pero, sólo para ellos y sus deseos a corto plazo.

No podemos concluir este artículo sin mención de Pablo d´Ors. Escritor sacerdote católico, tiene diferentes títulos, entre novelas y ensayos, pero uno de los más conocidos y celebrados es su «Biografía del Silencio» en la editorial Siruela. En este título, habla del silencio como no puede ser de otra forma, pero también de la meditación. Esta práctica que siempre se asocia al budismo entre otras religiones orientales, no es así, la meditación es en su sentido más amplio, la reflexión o la ausencia de movimiento físico, el parar el cuerpo para parar la mente, que puede ser a través del rezo, por qué no, a través de la música, o de un mantra budista, de simplemente estar, sentirse, oír el silencio, que nunca llega ser absoluto. Es algo muy simple de decir, parar, pero muy complicado en la vida tan esquizofrénica que llevamos en la ciudad. Incluso, insistimos, los niños, tienen agendas completas, llenas, repletas de actividades que nada tiene que ver con estar consigo mismos en sus juegos en su mundo interno. ¿Porqué la sociedad de hoy día no le da importancia que se merece a el «no hacer nada»? Es ya el capitalismo llevado a la enésima potencia, de hacer del cuerpo del humano una máquina de producción constante. Meditar y estar mejor, conocerse y profundizar en lo que sea que salga a la luz, es algo así como ponerse la máscara de oxígeno en un avión uno primero, para así poder ayudar al de al lado, perdonad la analogía. Es así tal cual. Cuando no estamos bien nosotros, no nos relacionamos bien con nuestro entorno, compañeros, amigos, parejas, familiares. Estamos irascibles, extremadamente sensibles a cualquier observación ajena que no nos gusta, lo que nos produce un malestar y una ansiedad rara, nos afecta demasiado algo tan pequeño.

La mente humana no para, aunque lo intentemos, siempre está pensando en cosas, quehaceres, mañanas, personas, miedos, problemas, listas por hacer, uy que no se me olvide esto o aquello. Es una montaña rusa difícil de frenar. Hay gente que sus pensamientos les poseen tanto que hasta los dicen en voz alta sin darse cuenta. Es que la intensidad de un pensamiento es enorme, salir de ese bucle es tarea ardua y mucha practica. Observamos a menudo como la gente mira sus móviles compulsivamente, sin ver necesariamente nada en concreto, es como un tic. Esto nos dice que estas personas no tienen la capacidad de concentración por un pequeño rato, y ya no digamos por una rato largo. Esta inquietud es muy nociva para nuestro cerebro, no estamos conectando neuronas y no estamos reteniendo nada en el presente, es como si éste no existiera. Esa compulsión de mirar tus «feeds» en tus RRSS no es más que la búsqueda de la nada, entrar en un vacío abismal oscuro y profundo, la nada. Como no encuentras nada, sigues y sigues, por que es como una droga que espera el efecto último deseado, algo que nos cambie la vida, ese algo nunca pasa.

Desde aquí animamos a los ayuntamientos de las ciudades grandes y medianas donde existe más contaminación acústica, al ayuntamiento de Madrid y de sus municipios, que tomen medidas para mejorar la salud de las personas, se va a notar a medio plazo, no cabe la menor duda. Por ejemplo, en los Países Bajos existen vagones en los trenes de cercanías y de medio recorrido, de silencio, para quien quiera leer, o simplemente estar tranquilo, esto es una excelente iniciativa que sin duda, deberíamos copiar. Viajar en la CCAA de Madrid en tren es una tortura en ocasiones, y poner una par de vagones sin ruido de móviles o gente hablando sin parar es un acierto. Ya existen en el mundo sitios sin ruido, se dice que será, ya es, el nuevo artículo de lujo, el silencio, que habrá que pagarlo. Así como antes se comenzó a pagar por no tener publicidad (que es otra forma de silenciar algo) cuando nos bombardeaban a carteles luminosos en la calle o pop-ups de anuncios en internet. Se reguló sobre esto y tarde o temprano tendremos que poner medidas con tanto ruido.

BGD. Foto portada by Riccado vía Pexels.

Esta revista digital la realizamos sin intermediarios con todo nuestro esfuerzo y tesón. Donaciones son muy bien venidas, nos ayuda a seguir trabajando para ofrecer información sin prejuicios ni compromisos. Por eso donar = gustar. Nos dices que te gusta lo que lees. Tu ayuda es la hace la diferencia. Gracias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

x