Noticias, cultura, vida buena, sociedad, pensamiento crítico
Historia Personal

ESPERANDO A QUE ACABE EL MUNDO

Según los científicos de la NASA exiten probabilidades de que un asteroide de dimensiones insospechadas choque con el planeta Tierra y volemos en mil pedazos.

Eso sí, está claro, si no nos lo cargamos antes. Al caminar por las calles o en el campo, se ven los efectos devastadores de los estragos del planeta provocados por las acciones irresponsables y estúpidas de los «seres humanos». Plastic plastic plastic y más plastic… no sabemos reciclar, ¡ojo!, cuando digo reciclar no estoy hablando de meter en el amarillo ésto o aquello, en el azul ésto otro etc. Hablo de; «no lo necesito ya, lo dono, a mi amigo, mi primo, cuñada, en definitiva, a alquien para quien el objeto desfasado para mí, es nuevo y maravillo para otra persona». ¡Tirar, tirar, tirar! Acumulamos más basura de la que imaginamos, si no me creen, ¡vayan y vean los campos de basura!

Ponemos en el plato más comida de la que comemos, que después tiramos. Compramos más ropa de la que necesitamos, tenemos más pares de zapatos que pies podrán ponerse. Y así, suma y sigue. Pero el que haya pensado que estoy hablando sobre ecologísmo, está equivocado. Esto es mi come come mental mientras estoy pensando qué hacer con mi vida. Y pensando pensado…. pienso, que igual no tengo que hacer nada ya, porque antes se acaba el mundo. ¿Una excusa para no levantarme de la silla? puede ser. ¿Una desgana de serie en la fabricación de mi propio ser? Eso seguro.

Miro a mi alrededor y no doy crédito. A veces estoy muy filántropa, otras… todo lo contrario. Depende de en qué ciudad esté y quien está a mi lado. Intento aprehender a predicar con ejemplo, y no lo consigo casi nunca, bueno, exagero, lo consigo a veces. Cuando no lo logro creo que es por que estoy balbuceando mucha caca por la boca, diciendo nada, hablando mucho. Me invade un ser de vez en cuando que es un horror y no atiende a razón.

Aquí sigo, eh’ sentada en la silla esperando a que esto explote de un momento a otro. Pero no me pillará desconfesada. Decidí hace tiempo que como no me excomulgaban, previa petición, pues iba a sacar partido a esto de estar bautizada y ser católica. ¡No saben ni imaginan, la fortuna que he ahorrado en psicólogas! Yo fui al psicólogo desde pequeña, incluso al psiquiatra. Las experiencias fueron para contarlas, y lo haré en su debido tiempo. ¡Sí sí!, he dicho psicólogas antes. Lo sé. Es por que las psicólogas han sido menos propicias (en mi experiencia) a recetar pastillas y usar más la terapia «bla bla bla».

Con los sacerdotes, he de confesar que me corto un poco. Cuento cositas, sí. Pero las edulcoro con ciertos toques de inocencia impostada. Especialmente hablando de sexo, aunque algo me dice que ellos están curados del espanto e inmunes en cierta manera. Me dicen que lo que a mi me ocurre, no es tan raro, que escuchan cosas parecidas. ¡Buf! qué alivio, mal de muchos consuelo de tontos. Me sirve, no obstante, y sigo mi relato. -«Pues a veces, padre, tengo ganas de huir lejos abandonar a mi familia y dejarlo todo, irme a un lugar desconocido, cambiar de nombre y hacer lo que me venga en gana. ¡He llegado a hacer las maletas!»- El cura me dice que es normal, pero no me he ido, ahí sigo, por lo tanto es normal. -«Todos tenemos esos impulsos de abandonarlo todo, hija-«; Dice el cura. Sí pero es que yo me arrepiento de haberme casado, de haber sido madre (que sobrevalorado), de haber comprado la casa donde vivo. Un sinfín de cosas de las que me arrepiento, que pareciera que estoy en la vida de otra persona. Lo único que me queda es este cuaderno de notas, al que también miento por temor a que me lo miren ojos indiscretos. Yo estoy pensado.

Yo me quedo callada y pensativa, porque no he contado todo. Como digo me corta bastante. Mis impulsos asesinos, elaborando incluso el plan perfecto. La desesperación que se apodera de mi y ya no soy yo. Y más… El tiempo se agota, y hoy hay cola en el confesionario. Por lo que me da mi «penitencia» y tan agusto. Me voy por donde he venido.

¡Dios! ¡Qué calor! Apenas hay aire en el ambiente y el sol pega sin piedad latigazos contra mi piel. Me voy a marear. Veo al fondo una placita con mucha sombra y una fuente que tiene una terracita agradable. ¡Allá que voy! Me siento y pido una cerveza fresquita, aunque me duele la cabeza, no me puedo resistir. Me la traen, comienza a volar una pequeña brisa que mueve las hojas de los árboles haciéndolas bailar y cantar, un sonido inconfundible y muy agradable en este tiempo. Cierro los ojos y siento una felicidad inmensa, una sensación de seguridad absoluta siendo un átomo diminuto en el incomensurable universo. Nada me importa y al mismo tiempo todo me importa, sé que nada va ocurrirme malo, y si así fuera, tampoco me preocupo ahora. Sólo los árboles y su canto me importan.

Me interrumpe el teléfono móvil, suena sin control y me da susto de muerte. Vuelvo a donde estaba antes.

MDS

NOTA: Sacado de un diario real que no podemos desvelar el nombre tan sólo sus iniciales. Se ha editado un poco.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

x