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Teatro

«Paraíso Perdido» poema épico de John Milton del siglo XVII, en versión actualizada y teatral. Teatro Maria Guerrero de Madrid.

Con texto y dramaturgia de Helena Tornero y Andrés Lima. Dirigido por Andrés Lima. Sin duda una tarea harto complicada que llevan a cabo muy bien, tanto la dramaturgia como la dirección en un tándem bien ejecutado. Una propuesta atrevida que sale airosa con creces. Las funciones son del 5 de mayo al 18 de junio de 2023, de martes a domingo a las 20:00. Función matinal: martes 14 de marzo a las 12:00. Encuentro con el equipo artístico Jueves 1 de junio de 2023.

El peso del pecado recae sobre los humanos con la ira de Dios, y un poco de «mala pulga», él omnipotente, decide sobre el destino del hombre y de la mujer, juega con sus deseos y sus miedos, se ríe y regocija en su ignorancia pese a que ama la humanidad profundamente, la expone a los designios de la fortuna y la decisión de su propia existencia. El hombre y la mujer están exentos de peligros y del odio, del deseo carnal y de la ira, de la infelicidad, están en el Paraíso, donde todo es igualitario y nada es menos que nada. Pero, ¿somos capaces de estar donde estamos sin cuestionar nada? No. Por eso la tentación en forma de «demonio» se acerca y embauca los oídos de ella, para incitar su curiosidad que es mucha. El planteamiento de salir del Paraíso de torna ya necesario e ineludible, toda suerte parece estar echada.

Cristina Plazas (Satanás) se enfrenta aquí a un texto largo y complicado pero que resuelve muy bien. Su texto plantea esa maniquea idea de que el bien es perfecto y el mal imperfecto, cuando nos explica Satanás que nada es como parece, que el mal es por que existe de algún modo la injusticia y lo absurdo del poder, y es el mal, esa rebeldía necesaria para que podamos tener sentido crítico. El papel De Dios, lo interpreta Peré Arquillué, un actor con tablas y se nota. Adán y Eva respectivamente, son; Rubén de Eguía y Lucia Juárez. Junto a ellos tenemos la culpa y la muerte, Laura Font y María Codony respectivamente. La obra dura aproximadamente una hora y media, donde al principio uno está entregado a la escenografía hipnotizadora de Beatriz San Juan, quien se encarga también del vestuario. La iluminación muy importante en este espectáculo corre a cargo de Valentin Alvarez (AAI). El juego de la luz y de la sombra, forman parte casi del efecto de la épica bien/mal del poema de Milton, los rojos los azules, la luz y las tinieblas, forman un efecto visual de impacto que, junto con el efecto sonoro del texto y la música original de Jaime Manresa, es un todo, un conjunto visual y acústico. Cécile Kretschmar, se encarga de la caracterización que es muy efectiva, ésta junto al movimiento y plástica de los actores sin duda ayuda a crear ese ambiente único.

Para los que no habéis leído el poema original en 1667 de John Milton, no pasa absolutamente nada, por que la obra se ve como tal, algo original y adaptado que no requiere de conocer el texto original para disfrutar de todo este festín para los sentidos. Oír el texto, es muy cómodo y deja la oportunidad de saber de él, sin acercarse a la obra. Nos plantea la duda necesaria, nos indica que el bien y el mal no están del todo tan alejados el uno del otro, que la interpretación de los texto religiosos y sagrados tienen sesgos de género y de clase, quien los interpreta apela a sus propios intereses y ve el mal donde no están sus ideas primarias. El mal siempre es el otro, y/o lo desconocido. No saber nos inquieta sobremanera y nos paraliza, como Adán y Eva que están en el paraíso «felices» pero paralizados y algo aburridos, por qué no decirlo.

“Prefiero gobernar, aquí, en el Infierno / antes que servir en el Cielo””.

Satanás

Satanás al fin y al cabo también es una ángel, sí, es una ángel caído, curioso que tengamos la expresión «ahora caigo» para querer decir que nos hemos dado cuenta de algo que antes ignorábamos, o esta otra; «caerse del guindo» para expresar cierta pérdida de la inocencia. Satanás se cae y comienza a sentir «dolor», se da cuenta de las artimañas de Dios. Y se rebela. La caída es como un final de algo que, incita un inicio, un comienzo de otra cosa. Tiene celos de Jesús el hijo de Dios, y siente que no es igual tratado por eso sufre el dolor que da la conciencia. El humano está a punto de caer también y darse cuenta de su propia existencia y plantearse la pregunta ¿quién soy? ¿para qué he venido? ¿cuál es mi propósito? La pregunta es todo principio filosófico que requiere del pensamiento y la reflexión para obtener el conocimiento. ¿Saber o no saber? Esta es aquí la cuestión. Ese es el pecado.

En esta adaptación teatral damos al público la oportunidad de sentirse parte de cada una de las diferentes tribus que se enfrentan en el espacio teatral, metáfora del universo: ángeles, demonios, actores, actrices, mujeres y hombres. Un viaje al lugar del otro, el opuesto, el diferente, un dejarse atravesar por las palabras de Milton y descubrir qué parte hay en cada uno de nosotros de ángel, diablo, hombre, mujer, comediante o espectador.

Helena Tornero

El conocimiento nace con la necesidad intrínseca en el ser humano, a pesar de exponerse al dolor y la pérdida de la inocencia, ya nos lo dijeron los griegos antes del texto de la biblia, pues se planteaban que era mejor; ¿ignorar y ser feliz? o ¿saber y perder la inocencia? La elección no lo es tanto, pues estamos ya predispuestos a la aventura del saber, aunque sea a medias, de creernos con la verdad, de creer que nosotros no estamos siendo engañados por ningún encantamiento religioso que lo nuestro es lo bueno. Dios habla de esto con su ángel caído quien, ya ha desenmascarado la pantomima y sabe que todo quizá ya era un plan bien urdido para que los designios de la humanidad tuvieran principio y final, pues nada ni nadie es eterno, excepto él, Dios. Satanás a un punto se sabe parte del plan, que no obedece realmente a su voluntad sino al destino que Dios le ha encomendado. Eso es y nada más, lo ejecuta a la perfección haciendo de Eva su vehículo. Eva muerde al fin el fruto del árbol de la ciencia y todo cambia, y todo comienza. Cuando uno ya sabe es imposible fingir no saber, Adán la sigue pues no puede quedarse sólo y muerde también el fruto prohibido, el camino ya lo hacen juntos pero separados. Eva ya no acepta que es parte de un todo, sino un todo ella en sí misma, otra vez, la rebelión. El concepto de rebelión aquí como motor del cambio del curso de la inercia de las cosas y de la gente. Sin la rebelión todo sería anodino y uniforme, no existirían los contrastes ni la duda, ni tampoco sabríamos somos felices, aunque lo estemos siendo. El conocer es la toma de consciencia de nuestro propio Ser.

En la revisión de nuestros mitos descansan las eternas preguntas, las que tenemos que seguir haciéndonos: ¿Quiénes somos? ¿Cómo deseo vivir? ¿Cómo afronto la muerte? Paraíso Perdido, o la Biblia, son libros en los que podemos creer o libros que podemos interpretar, como las más bellas poesías. Me eduqué agnóstico, y creo en la capacidad de la duda. Satanás me reta hoy a hacerle preguntas a ese que se llama Dios, creador, autor. Hoy el teatro se mira en el espejo del mito, como los antiguos. Y John Milton, este ciego inmortal nos guía en estas tinieblas. Porque para los que no obedecemos se nos reservan las tinieblas. Para los que creemos que la manzana, ya sea de la bruja de Blancanieves o del Demonio, está muy buena. Y el pecado original extraordinario. Y Dios lo sabe.

Andrés Lima

Andres Lima lo ha vuelto a hacer, salimos interpelados del teatro con mil preguntas, un punto excelente de ir a un bar después y debatir sobre esta gran propuesta que no nos deja indiferentes. ¡¡Id a verla! Muy recomendable.

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