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Para el veranito; «Cuentos Inquietantes» de Edith Wharton.

Edith Wharton, autora estadounidense nacida en el siglo XIX, escribió más bien entrado ya el siglo XX. Nacida en la Nueva York de familia de clase alta recibió una educación excelente. Autora de libros como «La casa de la alegría» y «La edad de la inocencia» llevadas al cine.

Edith Wharton se divorció en 1913 de su marido doce años mayor que ella, a causa de sus continuas infidelidades. Pensemos en la sociedad de principios del siglo XX donde divorciarse era un escándalo. La mujer tenía el deber de dejar probada su «inocencia» y los motivos del divorcio debían de ser siempre a causa del marido no de la mujer. Ésta estaba condenada a ser «perfecta» y no tener mácula ni dentro ni fuera del matrimonio.

Además de todo eso, Wharton lo sabe muy bien, de hecho está reflejado en muchos de sus cuentos, la esposa tenía una que justificarse en los círculos sociales y conseguir (a veces pagando un  precio alto del orgullo propio) que no te borrasen de la lista para asistir a  los grandes acontecimientos. 

Edith Wharton viajaba asiduamente a Europa. Italia donde pasó largas estancias, Francia, París. Finalmente se estableció en París en un apartamente de la rue de Varennes donde vivió rodeada de princesas, duquesas, escritores, historiadores y artístas. Podemos decir que Wharton sin lugar a dudas era adelantada a su tiempo, como muchas otras mujeres ninguneadas por la historía, dedicadas a las artes. Tuvo relaciones (sin matrimonio) con hombres de reputación cuestionada en la época. Digamos que Wharton vivió su vida como le dió la gana, considerando los tiempos en los que vivió ésto es toda una proeza. También se especulaba con la sexualidad de Edith, cuya especulación a ojos y oídos de ésta parecía absurda, pues nunca negó su bisexualidad.

Entre otras, tuvo un romance con la poeta Mercedes Acosta cuya vida fascinante bien merece otro artículo. A principios del siglo XX hasta los años 50/60 hubo un grupo de mujeres  hijas de inmigrantes a los EEUU, otras de origen estadounidenses que al regresar a Europa concretamente París, formaron un club alucinante de mujeres innovadoras, adelantadas a su tiempo y de gran talento. Greta Garbo, Isadora Duncan, Eve Le Gallienne, Amy Lowell, la misma Edith Wharton. Por nombrar algunas, hay muchas más.

Cuentos Inquietantes

Recomendamos la edición de Impedimenta en la traducción de Lale González-Cotta, hace una excelente traducción del inglés original de la obra, considerando la dificultad de interpretar el lenguaje whartoniano, único, culto e inquietante. Son diez los cuentos recopilados en esta edición. Quien se guíe demasiado por la palabra «inquietante» desde el punto de vista actual, no encontrará tal efecto. Recordemos que estos cuentos son escritos a principios del siglo pasado. La inquietud de los cuentos se debe a la atmosfera creada por Edith Wharton en las escenas cotidianas, donde cada mirada, cada objeto de una casa, la casa misma parecen tener secretos que el lector o lectora de un momento a otro descubrirán como un jarro de agua fría. Edith crea un ambiente de misterio en situaciones que aparentemente no poseen interés en apariencia.

Inquietantes por lo tiernamente cruel que son descritas las relaciones familiares o las matrimoniales. Con una tela de araña que te atrapa y poco a poco serás devorado por la intriga sutil de la lectura. Cabe además mencionar un deslizante sentido del humor con frases como; «…no soy un hombre rico, pero si puede evitarlo no uso la misma frase dos veces…». (La misión de Jane) Wharton denota una brillante ironía . Como apunta en su excelente prefacio Lale González, «..cabe afirmar que el sentido del humor es el mejor disolvente del escalofrío…». Wharton utiliza este recurso de forma inesperada, cuando el tema es crucial y un desenlace está a punto de suceder, nos introduce una frase irónica o con sorna.

En el primer cuento La plenitud de la vida, ya en el título hace que el lector se espere algo distinto a lo que Wharton con una extraordinaria paradoja entiende la plenitud de la vida. Pues la plenitud de la vida, no es más que la muerte. Encontramos frases tan evocadoras como inquientates «…la reconfortante sensación de seguridad de quien se sabe sostenido desde abajo». El sentirse protegido en un mundo hostil y cambiante, donde hagas lo que hagas las consecuencias serán mínimas. La magnífica decisión cerebral y razonada de la protagonista, que lejos de dejarse llevar por sus sentimientos y deseos más profundos, mira «más allá», a una eternidad y re-considera pasarla en lo que supone, el sacrificio de no salir de su zona de confort: el matrimonio.

Wharton describe la naturaleza femenina como una casa, donde el recibidor es el lugar de la mayoría de las personas que no penetran nunca a la sala de estar. Las habitaciones se refieren a las relaciones más íntimas, siendo el dormitorio el lugar más íntimo de todos. Así la casa que es la naturaleza femenina está llena de pasillos y lugares secretos. En todos los cuentos hay una vida extraña de las casas y los objetos. Wharton los trata como meros personajes más. Para ella, la plenitud es una sensación solitaria, una puesta de sol, estar en alta mar cuando está en calma, un verso de Dante o de Shakeaspeare, unas palabras exactas dichas en el momento adecuado. La plenitud no es, los amores, el sexo, el matrimonio.

En el cuento Un cobarde, habla de la culpa. De como la culpa empuja al personaje a buscar accidentes para dañarse o quitarse la vida. Un hecho pasado que sin embargo, es muy presente, cuando el olvido o el perdón se hace imposible. La angustia llena al personaje haciéndolo preso de la culpa infinita hasta darle silencio rotundo, apagando su vida.

La duquesa orante, evoca un terror implícito, que Wharton no explica, pero que el lector sabe. La forma de contarlo nos sumerge en el secreto de la duquesa, aunque sin saberlo, lo sabemos, sin estar seguros de estar en lo cierto. La tumba en la cripta, como personaje más, símbolo de ese secreto que ha de permanecer en la oscuridad y nunca ver la luz. La relación con el marido educadamente sostenida, a menudo ausente, con grandes dosis de ironía.

Es una lectura muy recomendable para la época estival, pues los cuentos se leen solos. Son éstos aislados unos de otros, por lo que puedes interrumpir la lectura, y continuar leyendo donde lo dejaste sin perder hilos.

Hasta pronto 😉

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