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Por fuera

La imagen personal en la era del individualismo. La necesidad de sentirnos especiales.

El siglo XXI es el siglo de la imagen y de la tecnología. Imagen, por que nunca antes ha sido cosa de la sociedad de masas, normalmente era cosa de las clases altas y burguesas. Y tecnología, pues está claro, que en este siglo será un «progreso» de no vuelta atrás, para bien y/o para mal, dentro de la cual, está la IA (Inteligencia Artificial) está aquí para quedarse y dar un giro de 180ª a nuestras vidas personales, laborales, sociales, económicas, políticas y como no, a nuestra imagen.

Decíamos que antes la imagen era cosa de la clases altas, las señoras apoderadas de la nobleza o de la burguesía ponían en la calle las tendencias que seguirían algunas intentando emularlas. Hoy esto ha cambiado radicalmente, dando a un fenómeno social sin precedentes, donde es la masa (a veces más humilde) quienes ponen en la pasarelas las tendencias. En todo el planeta hoy día uno puede estar en Amsterdam, Madrid, Londres, París, que es curioso cómo la gente en la calle lleva puesto lo mismo y casi de la misma manera, en masa. Da igual la edad, sexo o religión, estampados repetidos hasta la saciedad, animal-print, camuflaje, floral, rayas, etc… Con nuestra imagen nos definimos y nos posicionamos sin igual quererlo en un tipo de grupo, dentro de un estereotipo de persona que consume ciertas cosas, cultura, deportes, que lee o que no lee, que tipo de música escuchamos. Va más allá de la belleza empírica, hoy día, no queremos particularmente estar más favorecidos, si no, no se explica tanto fantoche. Nos vestimos para pertenecer a algo e incluso parecernos a alguien, un Idolo, el ejemplo que a todos se nos viene a la cabeza son los cortes actuales de pelo de los chicos/hombres, nada favorecedores, pero que intentan emular a sus futbolistas idolatrados.

El traje nunca hizo al monje (bueno el refrán reza así; «el hábito no hace al monje»). Es nuestro modo de proceder lo que realmente nos define. Sin embargo, nos «disfrazamos» de lo que pensamos que somos, pero que, sin embargo, nuestro comportamiento deja muy atrás esa idea de nosotros mismos. Se han escrito miles de libros y artículos acerca de la clase, el estilo o la belleza dentro de un canon. Como combinar colores que nos favorezcan, que tipo de atuendo nos va mejor acorde a nuestra anatomía, sin dejar de lado la moda, el estilo es algo que prevalece. La moda se seguía antes bajo el criterio, hoy día parece ser que no. Si se llevan los pantalones ajustados y tenemos unas piernas inapropiadas para esos pantalones, ¡da igual! nos los vamos a poner. Estamos en la era de «todo vale» y todo es NADA. Sin un criterio estético fundamentado en nuestro cuerpo, nuestro estilo de vida, hay una incoherencia que al final nos importe o no, genera un malestar general. Muchos hoy se creen con ese criterio y se preguntan ¿Quienes son los que deciden los parámetros del estilo? Las revistas de moda, sería una posible respuesta, lo que ocurre, es que hoy día esto ya está cambiando. Antes sí eran biblias del estilo, guías de cómo vestir bien. Ahora son las revistas de moda, junto con la industria textil que se fijan en lo que se lleva en las calles, por que de lo que se trata es de; VENDER.

La sociedad en masa impone un criterio, del cual los diseñadores con algo más de sentido estético crean sus colecciones (hay excepciones pero muy muy pocas) para luego vender. Así los estamentos que regían la moda a dado una vuelta, lo de arriba está debajo y viceversa. Es pues, la industria que se amolda a las «necesidades o gustos» de los consumidores para así, de alguna manera, asegurarse las ventas. Lo fascinante es que en la era del individualismo, lo colectivo al final, sea tan relevante. Es como una paradoja, soy diferente, soy especial, y voy exactamente igual vestido que millones de personas en masa en todo el planeta de aquí a Tombuctú. La contradicción del individuo es el «selfie», nunca antes estuvimos estéticamente tan igualados y nunca antes no hemos creído tan únicos. Es el momento que nombremos el trabajo de un fotógrafo holandés Hans Eijkelboom . Cómo una imagen (dicen) vale más que mil palabras veamos unas imágenes y luego seguimos.

Hans Eijkelboom ha dedicado casi toda una vida a fotografiar a personas alrededor del mundo, especialmente en ciudades capitales importantes, en los cinco continentes. Es tremendamente gráfico el resultado. Arriba sólo hay una pequeñísima muestra de lo que abarca todo su trabajo desde los años 70 del pasado siglo hasta nuestros días. Tokio, Sao Paolo, Amsterdam, Nueva York, Londres, Shangai, Toronto, Moscú, Delhi y un montón de ciudades donde en las calles sin excepción se ve la misma ropa. Todo ello lo ha publicado en un libro, que seguro podéis consultar en cualquier librería especializada. El estudio es alucinante, el viaje hacia lo uniformado en cualquier parte, es muy significativo de por dónde vamos. Esa sensación de sentirnos especiales, no es más que un espejismo una ilusión fallida de pensarnos tan únicos, cuando en realidad, existen pocas personas con estilo propio y apropiado (que no es lo mismo). Es la otra cara de la moneda, el estilo propio y estético, que podemos ver en las calles también, aunque es mucho más difícil de fotografiar por que es mucho más difícil de encontrar. El ejemplo ilustrado lo podéis comprobar en the sartorialist , aquí se puede ver la otra cara de la moneda. Dentro de ciertos elementos que se repiten como una tendencia de maxibolso o una americana de tweed, lo cierto es que la gente se lo monta a su manera, y mezcla estos elementos de forma original y no tan básica e uniformada como en las fotografía anteriores de Eijkelboom.

Vivimos sumidos en un mundo de plástico, alimentándonos de creencias falsas acerca de nosotros mismos, nos dejamos llevar por las imposiciones externas, publicidad, celebridades, cánones encorsetados, creyendo que tenemos la libertad de expresión y decisión. Nada más lejos de la realidad. Si tenemos esa libertad; ¿No es extraño, como poco, que todos hayamos elegido lo mismo? Ahí es donde está nuestra respuesta. Estamos en tiempos donde la reflexión y el pensamiento están en peligro de extinción, la gente (especialmente nuestros jóvenes) están hipnotizados con las pantallas de los móviles en la idea de que ahí está todo. No hay cabida para la lectura pausada y reflexiva, para estar y sentir, saber qué es lo que somos y qué es lo que queremos. El estilo también lleva su tiempo, mirar, entenderse, proyectar una imagen coherente con nuestra personalidad, armónica y agradable. Este es nuestro sentido de seguir publicando, el tiempo, todo lo que merece la pena conlleva su tiempo, nada que sea rápido es satisfactorio y bueno, sin embargo, vivimos en la era de la inmediatez y lo volátil. Si hay alguien que lea y piense, sólo una persona, ya nos merece la pena, seguir este camino que emprendimos en el 2018. La imagen física, en su totalidad es crucial, la imagen que proyectamos a través del atuendo es nuestra tarjeta de presentación. Ya hemos oído millones de veces, que tan sólo son necesarios 7 segundos para saber si alguien nos gusta, nos trasmite confianza, y esto es muy poco tiempo. Así es que, la imagen tiene muchos que ver en estos 7 segundos, el aspecto físico, lo que trasmitimos en ese instante. La coherencia está en parecer lo que se es.

Foto de portada de Mike Chai. Via pexels. Por favor!!!! Replanteemonos el chándal sólo para hacer deporte. Y recuerda que …. eres lo que pareces. BGD.

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