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Cuando la gracia se convierte en desgracia

Tres chicas jóvenes que no saben que hacer con su tiempo se ponen a tocar timbres por ahí en los portales de la ciudad, para divertirse. Cuando la gracia se torna en desgracia.

Ya llevan unas horas riéndose y subiendo a casas ajenas, llamando a las puertas, inventando excusas para reír y pasar su rato. Llaman a unos telefonillos automáticos de la calle «….» número «…» y alguien abre. Entran y suben en un ascensor, bajan arrepentidas, vuelven a subir entre risas con sus móviles en las manos. Se paran en el primer piso y llaman a las puertas (jajijajjai ajajájajajá) una señora mayor les abre cansada y aturdida, «no aquí no vive ningún chico»… Ellas se meten en el ascensor riéndose. Qué divertido. Suben al segundo piso, más de lo mismo, tercer piso, no abre nadie ninguna puerta. Una de ellas siempre se queda en el ascensor en guardia y esperando a sus amigas. Suben al último piso, dada que la suerte en el resto no es buena, nadie les abre. Parece que el edificio está bastante vacío en estos momentos.

En el último por fin, las abre alguien, ellas se ríen y repiten la retahíla de rigor, (jijijajjá jajá). Las invitan a entrar, diciendo que sí, el chico que buscan vive ahí. Ellas saben perfectamente que no buscan a ningún chico. Pero como la mujer que les abre parece amable, entran en el apartamento y deciden seguir la broma, llevarla un poco más lejos. Y ¡vaya! si la llevaron lejos. Jamás volvieron a salir de ahí. Nadie las buscó por esa zona, pues era zona lejana relativamente a sus domicilios para hacer la gracia sin ser reconocidas por algún vecino. Eligieron la zona al azar. Las dieron por desaparecidas, un caso más de tantos. Nadie podría imaginarse lo que estuvieron haciendo «inocentemente» esa fatídica tarde. Ni siquiera sus padres podrían imaginar que sus hijas se divirtieran haciendo algo así. Pero fueron ellas solas, sus ímpetus adolescentes, sin miedo, quienes se metieron en su destino fatal. Nunca nadie supo nada. Nunca nadie sospechó nada, ni incluso estuvieron cerca de saber qué pasó, dónde fueron a parar. Nadie tenía ni la más remota idea. Al cabo de un tiempo, ya nadie las buscó más, sólo las lloraron sus familiares. La vida sigue.

QS!

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