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Boom!

No es tiempo de silencio

En la sociedad actual es muy difícil encontrar un refugio tranquilo en la ciudad para estar consigo mismo. Entras a un bar y todo lo que hay alrededor es ruido vano, la televisión, música, máquinas tragaperras, choque de platos y vasos, gente que se grita la conversación a pocos centímetros de distancia. ¿Qué necesidad hay de ruido? Se observa, que quien más grita es quien cree tener más y mejor que decir, cree tener la verdad, el que le escucha, o los que le escuchan, a su vez, también gritan, todos al unísono, dado que todos creen ser poseedores de la verdad. El bar es optativo, no vayas si no quieres ruido. Bueno. Pero es que hoy día es muy difícil como digo, no tener ruido vano.

Una amiga me contaba que en el bloque de pisos donde vive, es imposible estar en silencio. Los vecinos se hacen notar a cada paso que dan. Ella atónita, enfafada y desesperada, me contaba que esto era cada día y noche. Familias que bajan con conversaciones en voz alta, recreándose en cada escalón, risas estruendosas, conversaciones fútiles para bajar así unas escaleras, silbidos. Me contaba desesperada un día les dijo algo, a esta familia en cuestión (quienes se autodenominaron honrados y buenas personas), y ellos, en días, semanas y meses consecutivos, lo hicieron aún más y más fuerte. Hemos llegado a un punto absurdo de ruido innecesario que no nos permite Ser. El estruendo de motores de coches o motos es constante, sin parar. A esto hay que sumarle, los motores de coches parados, estacionados, con sus dueños dentros gritando al móvil. Luego, además, el temor del verano y las ventanas abiertas. Música horrible (no diremos cual para no herir algún «gusto») a todo meter en los coches, de madrugada sin pensar que hay gente durmiendo que trabaja a horas matinales. Viajar en tren hoy se hace harto difícil para los silenciosos, ¡malditos smartphones! me dijo una vez alguien que, del AVE Madrid-Valencia tuvo que estar en una conversación ajena sí o sí, durante una hora y pocos minutos ¿Es que no podemos callar?

La escritora de novelas de suspense Patricia Highsmith odia el ruido y en consecuencia a quienes lo hacen. Cuenta que cuando estuvo viviendo en Nueva York hace mucho tiempo antes de su gran éxito como escritora, vivía en un primer piso de unos apartamentos en un barrio bastante humilde. El edificio estaba dotado, como es allí habitual, con escaleras exteriores traseras, metálicas de incendios. Ella tenía la ventana que daba a estas escaleras a menudo entre abierta en verano. Se escuchaban peleas continuas de chavales, gritos y muchos golpes. Un día estos chavales que estaban allí fuera día y noche, entraron subiendo por esa escalera de incendios en el apartamento de la escritora cuando estaban en una batalla campal, cuenta que entraron y salieron, quedó petrificada en un rincón mirando todo el acontecer sentada en un ricón. Cuando ellos salieron, ella limpió las manchas con aguarrás. Lo expresa la propia Patricia Highsmith como una experiencia inquietante.«No entiendo a la gente que es aficionada a hacer ruido; por consiguiente, me da miedo y, como me da miedo la odio.-»

Existe ya un mercado de antiruido. Así como empezó un mercado de no-publicidad. Hoy día, hay que pagar por no tener anuncios y no tener ruido. Cualquier día vamos a pagar por tener salud y respirar oxígeno. No se comprende muy bien, pero es el caso, las personas son cada vez más ruidosas y esto no parece que pare o mejore. Hace unos veinte años en la ciudad de Madrid no había apenas mascotas (perros) en la ciudad. Hoy día parece que hay más perros mascota que personas, con sus correspondiente ladridos en los balcones días y noches. Si la capacidad auditiva de los perros es tan fina, imagínate para ellos lo estresante que es la ciudad. Los dueños que se declaran amantes de estos animales, a menudo los tienen en los balcones solos y perronoícos mientras ellos, por ejemplo, trabajan, pensando que el perro está ahí fenomenal, y no. En Tokio por ejemplo, que se vive en casas muy pequeñas las mascotas se alquilan. Forma parte de un tema que trae el siglo XXI cada vez más; la soledad.

Reflejo de sobras de ramas. BGD
Reflejo de sombras de ramas, BGD

Enfrentarse al silencio no es fácil. Estamos quizá ya demasiado «habituados» al mundanal ruido. Ambos son una técnica de tortura, ruido constante y silencio absoluto (black box). Pero, no se habla aquí de esos extremos sino, de un equilibrio entre el ruido y el silencio. Al principio nos parecerá incluso incómodo, pero a medida que vamos oyendo el silencio (que nunca es abosluto), nos oiremos a nosotros y los sonidos (que, no ruido) de alrededor en un bosque, en una montaña, o bien sea, cerca del mar. No hablamos aquí de meditación tal cual se entiende, eso es otra cosa. Pero, realmente meditar es tambien pensar para uno mismo en silencio, aunque no se sea un experto maestro Zen.

Henry David Thoreau; «Deseo oir el silencio de la noche, puesto que el silencio es algo positivo y ser escuchado»- también nos indica que el silencio es el espacio para la conversación; «-debe de haber un cierto grado de silencio que te rodee»- En sus Diarios. El silencio es el espacio que dejamos a alguien para que converse. Llenar ese espacio es la elección que dejamos libre a nuestro interlocutor, es un margen de libertad real, después de hayamos o no, usado el nuestro. Hay algo que se pierde, que perdemos en el bullicio constante del ruido, dice Thoreau. Y es cierto, si lo piensas. Susan Sontag dice que «el arte es una forma de consciencia» sólo se descubre como una «oda al silencio». Expresa Sontag que hay varios estadios de silencio, donde cabe además el espiritual, como forma de introspección en el auto-conocimiento. En la mirada «del espejo» Lewis Carrol, el silencio es relativo y no absoluto: «-El silencio no cesa al implicar su opuesto, pero depende de su presencia.»- Lo que viene a decir, es que sin ruido no hay silencio, debe implicar ambos en la comparitiva.

Trailer del documental acerca de la búsqueda del silencio.

Conforme van las cosas, creo que en siglo XXI el ruido va a ser un problema de enfermadad, ya lo está siendo, aunque no se asocie direccionalmente al ruido. El ruido se sabe que afecta a la capacidad de atención y aprendizaje, genera estrés con lo que eso conlleva, insomnio, dolores de cabeza, trastornos psicológicos etc… Hay una página web que se llama así elruido.com, que descubro cuando escribo este artículo, echadle un vistazo. Ya hay gente que no puede más y se están organizando. Cuando se llama a la policía municipal, que son los que se encargan de esta norma, es muy difícil que ayuden al afectado, muchas veces parecen no tener respuesta, «aguante un poco a ver…» Dicen que pueden ir y amonestar pero si la gente sigue haciendo ruido o vuelve el perro al balcón a ladrar… pues que no pueden hacer nada. Son reticentes a venir a ver que ocurre, con el argumento que tienen otras cosas más urgentes. ¿Qué hay más urgente que ayudar a alguien desesperado insomne por culpa, digamos, de un vecino?

Llegan fechas estivales y después de lo que hemos pasado en pandemia, confinados, sólos o mal acompañados quizá, tenemos unas ganas terribles de evasión. Muchas personas buscan el silencio, pero el silencio reparador y educativo. Durante el confinamiento todos tuvimos una especie de silencio, no había tráfico (ahora es un shock), no había gente en la calle. Todos nos sorprendimos por el comportamiento de animales, que salieron a espacios invadidos por las personas. Nos quedamos impresionados con los nuevos sonidos de la ciudad. Nos aguantamos en nuestras casas por causa mayor. Tuvimos alguna ocasión para cambiar, pero no fue posible. De hecho ese «silencio» de confinamiento, ha generado mucha angustia en las personas, que no estaban muy en contacto consigo mismas antes de la pandemia, pues sus vidas eran muy ruidosas y frenar ese ruido de repente y sin aviso puede ser muy dañino. Sobre todo los jóvenes acostumbrados a los amigos a estar fuera, a sus móviles, han generado muchas fobias, entre ellas la nomofobia, palabra que se oye más y más. En el confinamiento lo jóvenes controlaron peor eso, pues son personas nacidas prácticamente con un celular en la mano conectados 24/7.

Hoy más que nunca es importante que hagamos caso al ruido «en vano» o «ruido superfluo» de nuestra sociedad que ahora es momento de frenar antes que sea atronador y ya no nos podamos ni oír aquellos que no gritamos. Una de las cosas que me contaba esa amiga de antes, era que no se había sentido nunca antes así. Había vivido en varios sitios, grandes ciudades y nunca había tenido tanta angustia por el ruido como en estos momentos, y que se sentía como sólo ante Goliat. Si las autoridades no regulan, bueno, rectifico, está regulado ya en muchas normativas, si no las aplican, mal vamos. Esta amiga, decía que había llamado a la policía varias veces por ruidos de música y voces altas en la calle a altas horas de la madrugada, y que la policía dijo que no podía hacer mucho, o incluso nada. Entonces, ella tuvo que aguantar dos horas más ese calvario hasta casi el amanecer. Injusto.

También existen casos de lo que hoy se nombra cada vez más también «burnout syndrome» en inglés, o lo que es lo mismo «síndrome del trabajador quemado». Estos casos terminan en explotar y tener que dejarlo todo e irse al silencio reparador y curativo. Hay casos que incluso han llegado a tener tumores por todo ese estrés acumulado. Otra vez, tenemos que apelar a ese «término medio», ni ser un «Oblomov», ni un conejito de pila interminable que no sabe parar hasta que no le pare una pared de un golpe. Todos tenemos en mente el caso archiconocido de la gimnasta estadounidense Simone Biles, es muy típico en el deporte de élite, pero hay personas en otras profesiones. El querer más y no tener nunca suficiente es parte del problema. Es la piedra angular del capitalismo; MAS.

Tenemos que parar y callarnos para oirnos y para oir nuestro planeta tal cual sin motor ni máquinas, de no hacerlo, vamos a lamentarlo, o mejor dicho, ya no habrá nadie aquí para quejarse ni hacer ruido.

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