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No se puede tener todo. Hay que elegir. Hazlo bien.

La «felicidad» quizá no es tenerlo todo. Más bien al contrario; es la capacidad de ir desechando todo aquello que nos sobra, no queremos, no usamos, no necesitamos, etc… Tomar la decisión es un proceso de aprendizaje sobre nosotros mismos y nuestros objetivos futuros. Cambiar algo por cosas que nos aportan (en un momento actual) más valor. Requiere un esfuerzo por nuestra parte, esto es la clave en búsqueda de la felicidad.

En la sociedad de hoy pocas cosas esenciales han cambiado, se pone el foco en la familia, el trabajo, tener una vivienda, e incluso, hay elementos que se suponen ya adquiridos o poseídos cuando se llega a determinada edad. Empujados por una inercia invisible pero arrolladora, dirigimos nuestra energía a esta escena, familia, casa, hijos, trabajo… Cuando nos vemos ya allí, lugar de destino feliz, en caso que lo hayamos conseguido (no siempre termina así), nos damos cuenta que eso no es lo que nos aporta esa «Felicidad» que nos esperábamos. Miramos a nuestro alrededor, nuestro círculo cercano de amigos, compañeros y conocidos, donde siempre hay una «oveja negra» que no optó por el camino que dicta el canon político social. No les va mal, ni espectacularmente bien, van tirando, pero se sienten alertas y útiles, todavía están conquistando su territorio ¿Y no es este el camino de la felicidad acaso? El estar en movimiento hacia lo que nos hace felices y conseguir alguna pepita de oro de vez en cuando. Aquel que tuvo ya casi todo hecho con su pack socio-feliz, se siente como vacío a veces, quizá anhela algo nostálgico del pasado en su «toma de decisiones», se ve encerrado en una monotonía. La monotonía de lo normal, lo que se espera que hagas, mira al «libre» de cargas familiares, con su vida algo desorganizada, o muy organizada pero sin la casa, ni la familia, ni los hijos, ni el trabajo de 8 horas de lunes a viernes, y lo envidia. Éste otro, quizá a veces, envidia al que tiene esa «seguridad» feliz, estable, monótona.

Ese ser feliz en la libertad de su incertidumbre se siente tentado, aunque finalmente reconoce que «está muy bien así», pero se alegra de no haberse casado, ni nada de eso. Tiene que enfrentarse a la retahíla de preguntas inquisitorias que le hacen los demás con un cierto resquemor. Y ¿Cuándo seas mayor, quién te cuidará? Esta es la pregunta del millón. Pues ¿Garantiza el tener descendencia que de mayor estés mas acompañado y/o cuidado? No. Hay mil ejemplos de casos contrarios. Otra pregunta recurrente ¿No crees que eres muy egoísta no tener hijos? Pues podría bien ser también esta pregunta en la otra dirección ¿No eres muy egoísta al tenerlos? Vivimos tiempo convulsos e inciertos, donde aunque uno crea ser dueño de su futuro, nada más lejos de la realidad. No sabemos nada de nada. La lucha será encarnizada y brutal. No hay de todo para todos. Hacer elecciones supone un reto a nivel individual pero es una odisea hacerlo a nivel comunitario o colectivo, pues somos únicos, y nuestras ideas son diferentes en lo que a la felicidad se refiere. Por lo tanto, no juzgar al otro en su toma de decisiones, pues es lo único, de momento, que nos queda, el poder decidir unas cuantas cosas, aunque esa decisión nos lleve al abismo, es nuestra y sólo nuestra. Tengamos esperanza que todo comience a elevarse un poco en la conciencia de la gente y tengamos futuro (feliz o no).

QS

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