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¿Cómo sobrevivir a la avalancha de inmigración que sufrirá Europa en el siglo XXI?

Chándal, leggins embutidos, cortes de pelo imposibles. Nos gana la estulticia, la desazón y el autoengaño del individualista poco reflexivo.

Uno de los retos a los que se enfrenta la sociedad de este siglo es sin duda los flujos migratorios de sur a norte. El problema no es en sí la cantidad de almas que dejan atrás sus países para aventurarse a lo incierto y desconocido, sino, cómo, cuándo, porqué, y sin duda, donde. La primera pregunta nos lleva a la forma en la que se traslandan arriesgando sus vidas, un verdadero drama humano de difícil solución, que conlleva la oportunidad de la mafias que sin piedad negocian con los seres desesperados. La siguiente pregunta es el momento en el que llegan, en este caso a Europa, en medio de un tumulto de problemas y crisis internas, y una coctelera de ingredientes poco halagüeños, económicos, políticos, sociales… La siguiente pregunta es la razón por la cual se arriesgan, ya en sus países están «muertos» por lo tanto, no tiene nada que perder y sí, mucho que ganar si lo consiguen, la razón es que allí no les queda nada o poco, no hay trabajo, el cambio climático les está dejando sin alternativas, muchas veces a causa de ese Norte/Occidente, tan deseado. La última es el lugar en el que ir. Normalmente Europa y también desde sudamérica a los EEUU y Canadá, aunque se piensan mucho donde tienen más ayudas y oportunidad de trabajar, también eligen el lugar donde ya tienen familia instalada que les faciliten la entrada. El problema es la realidad, no tienen las mismas oportunidades y ese tipo de inmigración tampoco viene preparada para acceder a puestos de trabajo mejores, acaban desencandos y el estrés social y económico genera conflicto y segregación.

¿Dónde se nota mucho esta segregación? En el sistema educativo. Cada vez más y más son sólo las élites que acceden a estudio superiores, dado que el pago de los Grados más el Máster más el doctorado etc etc… es cada vez más costoso y menos subvencionado. Hace unos años eran licenciaturas de cinco años, en universidades públicas y buenas, se pagaban las tasas anuales y si repetías la asignatura otro año pagabas un pequeño plus. Esta forma era asequible para las clases medias-bajas e incluso para gente sin recursos cuyos hijos e hijas querían estudiar. Ahora no. Con la entrada del Plan Bolonia, en el marco de la Unión Europea, la cosa ha cambiado exponecialmente. El sistema de Grados (de tres a cuatro años) obliga al alumno a realizar un Máster de especialización de cara a, si quisiera, hacer un doctorado. El Máster hay que pagarlo todo, en la universidad pública, el precio ronda los tres mil a siete mil euros o más… Dependiendo de las características y la duración del mismo. Digamos que comienza una segregación en el sistema educativo que condena a los que no pueden económicamente a no estudiar.

Otro tema es de la mal llamada «integración» de los inmigrantes. En países del norte de Europa ya nos llevan ventaja con este tema en dos modelos, el holandés y el francés. Ambos no han funcionado, o mejor sería decir que no están funcionando en su totalidad, falla la fase de asimilación, entre otras causas por que no hay seguimiento que estas personas adopten cosas básicas de convivencia y se ajusten a las normas ¿Porqué? Esta es una cuestión que seguro tendrá varias respuestas, dependiendo de donde vives (zona en tu ciudad), si hay o no inmigrantes en tu barrio, qué tipo de barrio, qué tipo de inmigrantes, así como la falta de seguimiento por parte de las instituciones. Pues no es lo mismo, Usera (pongamos dentro de la CCAA de Madrid), que Parla, o quizá los inmigrantes del barrio de Salamanca. Volvemos a la educación y a la clase social. Existe un tipo de migrante que escapa de un regimen político no afín a sus intereses económicos, otro que huye de la falta de trabajo y sustento para sus familias. Los primeros son los que se instalan con su dinero en el barrio de Salamanca, vienen aquí ya con unos estudios y un capital. Los segundos, son los de los barrios como Parla, Usera, Carabanchel, San Cristobal, etc etc… vienen sin estudios (en su mayoría) y trabajar en lo que encuentren, si lo encuentran. Son familias, a veces desestructuradas con hijos que no pueden educar como es debido. No se integran en su mayoría.

A veces incluso sucede a la inversa, son los del país de acogida los que adoptan, en algunos casos, las costumbres de los inmigrantes. La forma de vestir, que no es la más afortunada, la falta de complejos pues ya no importa tener buen o mal aspecto. La imagen se ha distorsionado, ahora ya parece que incluso el sobrepeso en los jóvenes no es un tema de buena o mala imagen, pues para ellos es más importante la aceptación de uno mismo, más allá que el buen gusto o la salud. También la redes sociales han colaborado en este «estilo» pijamero, chandalistas y tatuados, con los pantalones a la mitad del trasero enseñando la ropa interior … Imitando a alguna chabacana estrella de la canción o «influencer». Hay una dejadez en todo, no sólo en la ropa, que supera cualquier expectativa. Ciertas culturas (en su versión más iletrada) también nos han traído una vuelta atrás en cuestiones de respeto hacia las mujeres y las niñas, cosificar al género femenino que parece de tiempos prehistóricos, se está instalando en nuestra sociedad de nuevo, especialmente entre los jóvenes. La iniciación al sexo cada vez es más temprana y corrosiva, pues la mayoría se inicia a través del porno (con los patrones de conducta hacia la mujer que eso conlleva). Todos estos aspectos que tanto nos ha costado ir limando y cambiando, de repente en las nuevas generaciones todo parece fútil. Habiendo un aumento de jóvenes (de 12-25 años) que se comportan de forma tan arcaica hacia la mujer como nuestros abuelos o bisabuelos en la sociedad de antaño, o incluso peor, la violencia de chavales adolescentes e incluso, pre-adolescentes hacia las chicas es demencial y bastante «adulta». Las leyes del menor tienen que cambiar, deben hacerlo si no queremos más violencia en el futuro. Tenemos que reflexionar antes que sea ya algo incrustado en los adultos del futuro, y repensar qué tipo de integración queremos, que los que vienen de fuera respeten y entiendan nuestras normas y costumbres, que nos copiemos en lo mejor de cada cultura, o por el contrario, que lo hagamos nosotros a las de ellos en su peor versión. ¿? No son tiempos para expresar opioniones que vayan a contracorriente, por que se corre el riesgo que te etiqueten de todo un poco; xenófobo, racista, intolerante etc… ¡qué fácil! Nada más lejos de esas etiquetas de lo que pretendemos, que se hable claro y sin miedo. Mejorar la vida de todos, los extranjeros y los nacidos bajo el sol español, de todos. Por ello, no podemos cerrar lo ojos por miedo a que nos tilden de incorrectos, lo realmente incorrecto es ver cómo los jóvenes (inmigrantes o no) están siendo víctimas de la falta de educación, de medios y recursos, siendo la violencia, el machismo, la radicalización, las drogas, la pertenencia a bandas, el resultado de la falta de alternativas. La realidad es que no hay tal integración, y que nos vienen muchos más inmigrantes en el futuro. Tenemos que saber qué tipo de sociedad española, y europea queremos.

Las terceras generaciones de inmigrantes, que ya no lo son, dado que han nacido en Europa, están en tierra de nadie. El problema es que estos jóvenes, tienen doble identidad cultural, que lejos de enriquecerles, les confunde por que son mensajes contrapuestos. En casa sus abuelos y en ocasiones sus padres no hablan la lengua del país en el que viven, siguen con sus creencias religiosas y una idea de lo moral (para ellos) que en muchas ocasiones difiere mucho con la moralidad del país que les acoge. Así pues, los hijos salen a las calles de la ciudad que toca una música muy distinta a la que se toca en sus casas, creando un conflicto de intereses y creencias, generando un choque cultural. «En casa me dicen una cosa y fuera veo otra muy distinta». Hace un tiempo hablando con una mujer (en este caso la misma lengua del país de acogida y la misma religión) me decía que tenía un hijo en edad casadera, pero que no quería bajo ningún concepto que tuviera una esposa española (país donde ahora vive) por que, según la mujer, eran malas y no iban a cuidar bien de su hijo, prefería una chica de su país. La buena mujer estaba preocupada ahora por que su hijo se había echado una novia española. Lejos de callarme, mi asombro no tenía límites, ahí la «xenófoba» bien podría ser ella. Así es que, le pregunté: -«¿Mala por qué?-« Y ella me respondió sin pensarlo; -«Pues porque las españolas, hoy están con uno y mañana con otro y no son esposas que están en casa con los hijos y la tarea del hogar y el marido, quieren todo-« ¡¡Caramba!! pensé, (¿y esta señora querrá eso también para sus hijas?). Otra vez, nos vemos enfrentados a modos diferentes de ver las cosas, la vida y el amor. Tendríamos que buscar una forma de convivencia donde no esté ese prejuicio de esto malo, esto bueno, según lo vea cada cual. Es muy difícil pero tenemos que trabajar sobre el tejido social. ¿Debería el sistema educativo «educar» a los padres también? Nos referimos a informar sobre la integración socio cultural en el país que viven sus hijos que no es igual a su país de origen. En estas contradicciones y la imposición de prejuicios (desde ambos lados) pensar que todos los inmigrantes son iguales o que éstos piensen que los españoles o del país que sean, son malos por no compartir lo mismos «valores» que ellos tienen, crea un conflicto social enorme que a la larga podría ser ya enquistado.

Kassandra Agora.

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